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Después de haber resuelto todos la jornada, y platicado por algunos dias los medios más convenientes para su ejecucion, dieron cargo á Roger que hablase á Don Fadrique, y le descubriese sus intentos, y le suplicase de parte de todos que los favoreciese, porque no fuera justo que se trátara públicamente, sin haber precedido su consentimiento y gusto.

El conde y él hablaron poco, pero pasaban largas horas juntos, sentados al lado de la rueda del timón, mirando el mar. Eran más amigos que en tierra, aunque se cruzaban entre ellos escasas palabras. La vida común aminoraba la altivez del fingido diplomático y hacía que el capitán descubriese nuevos méritos en su persona.

-Sin él estaría -respondió el duque-, señora condesa, el que no descubriese por vuestra persona vuestro valor, el cual, sin más ver, es merecedor de toda la nata de la cortesía y de toda la flor de las bien criadas ceremonias. Y, levantándola de la mano, la llevó a asentar en una silla junto a la duquesa, la cual la recibió asimismo con mucho comedimiento.

Más de una vez le mandó a la gran tienda de Samaniego por tela o encajes para el ajuar que estaba haciendo; pero siempre le encargaba que no la descubriese allí, pues ya que Aurora no había ido a verla, lo que propiamente era una falta de educación, y hablando mal y pronto, una cochinada, no quería ella tampoco aparentar que solicitaba su amistad; y si razones tenía la Samaniega para retraerse, también ella las tenía para no rebajarse. «A fina me ganará; pero a orgullosa no».

Y, estando un día a la mesa con los duques, y comenzando a poner en obra su intención y pedir la licencia, veis aquí a deshora entrar por la puerta de la gran sala dos mujeres, como después pareció, cubiertas de luto de los pies a la cabeza, y la una dellas, llegándose a don Quijote, se le echó a los pies tendida de largo a largo, la boca cosida con los pies de don Quijote, y daba unos gemidos tan tristes, tan profundos y tan dolorosos, que puso en confusión a todos los que la oían y miraban; y, aunque los duques pensaron que sería alguna burla que sus criados querían hacer a don Quijote, todavía, viendo con el ahínco que la mujer suspiraba, gemía y lloraba, los tuvo dudosos y suspensos, hasta que don Quijote, compasivo, la levantó del suelo y hizo que se descubriese y quitase el manto de sobre la faz llorosa.

Fue como si de una vez le confesase y descubriese todas sus culpas, pasadas y futuras. ¿Para qué, pues, molerle y atormentarle confesándoselas después una a una según iban sobreviviendo? Esto no hubiera sido noble franqueza sino crueldad insensata. No era, pues, por D. Joaquín sino por ella misma por lo que el pecado le dolía.

Hombre astuto y precavido, daba por cierto el incumplimiento de los derechos exorbitantes que a cambio de sus descubiertas le había reconocido la buena reina Isabel, generosa e imprevisora como todas las mujeres de alta idealidad cuando se meten en negocios... Ya sabe usted que a Colón, por el compromiso que firmaron los reyes, le correspondía la décima parte de todo lo que descubriese y de lo que tras él pudieran descubrir los que siguiesen su camino.

No es esto decir que yo desease o temiese un conflicto con él. En interés del Rey convenía seguir guardando el secreto, y mientras éste no se descubriese tenía yo las mejores cartas en mi juego. Toda dilación había de redundar forzosamente en perjuicio del Duque.

El padre maestro Vilches fué preso, costando mucho trabajo la formación de la causa, pues los religiosos se negaron á declarar ante la justicia «ó por política que observaban ó por precepto que les había impuesto el prelado» con lo cual la gente tuvo ocasión de hacer muchos y muy variados comentarios sobre el suceso, quedando como más aclarado «que el dinero de las Arcas de la Redención le había sacado el dicho padre Vilches, y gastádolo, y que de ello había sido sabedor el religioso lego; y que cautelándose no lo descubriese, lo mató, porque él riñendo con el M. Vilches lo amenazó

Sintió cada vez mayor inquietud al pensar en la posibilidad de que Torrebianca descubriese el verdadero motivo del odio de aquellos dos hombres cuyo duelo á muerte había concertado. Fué repasando en su memoria todo lo ocurrido entre ella y su esposo desde el día anterior.