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Actualizado: 27 de julio de 2025
Salvatierra, el impasible, se estremeció con un arrebato de cólera. Sintió impulsos de repeler el vaso, de estrellarlo contra el suelo. Maldijo la pócima de oro, el demonio alcohólico que extendía sus alas de ámbar sobre aquel rebaño embrutecido, esclavizando su voluntad, infundiéndole la servidumbre del crimen, de la locura, de la cobardía.
Renuncio á describir las mil manifestaciones frenéticas que constituyen la ovación del triunfador salvaje; como renuncio á pintar el sereno orgullo de aquel bello demonio, de aquel majo que reune en su persona, para las mujeres de cierta condición, el ideal del valor y la galantería. ¡Ay del Espada si la suerte le es adversa!
Pero estaba allí el comendador Príamo, demonio de la guerra, insensible al agua y al fuego, duro, malicioso y despreciador de la fatiga, que contuvo el empuje enemigo con un puñado de sus caballeros. Españoles y alemanes se rehicieron, y los turcos se replegaron, perseguidos por los sitiadores, hasta las mismas murallas de Argel.
Hijos del Demonio Mayor, que cinco veces estuvo en la cama con aquella que ya dejó el mundo. ¡No la nombres, boca miserable! ¡Boca de escorpión! ¡Boca de serpiente! ¿Ya no somos hermanos?....¡Y todo porque le cuento las burlerías del Demonio Mayor!
UN CAMPESINO. Para usted y para todos, señor marino. EL MARINO. Para mí más ¡por Santiago! ¿No estaba yo a bordo del guardacosta que le dio caza? MUCHAS VOCES. ¡Cómo, señor! ¡Usted asistió a ese espantoso combate! ¡Virgen santa! ¡y aun vive! EL MARINO. Afortunadamente habíamos comulgado la víspera; a no ser por eso el demonio nos hubiera arrastrado al fondo del infierno.
Todo su ser estaba consagrado a la salvación de Germana; toda su alma luchaba contra el peligro presente con una voluntad de hierro. Jamás el genio del bien había adoptado un aspecto más feroz y más terrible. Se leía en su rostro una abnegación furiosa, una amistad exasperada, una ternura irascible. No era ni una mujer ni una enfermera, sino un demonio femenino que disputaba su presa a la muerte.
El rayo de sol la daba de lleno en el rostro, y, en medio de toda la vejez, de la descomposición, de la muerte que le rodeaba, Ramiro vio una cosa hechicera, deliciosa, toda vida, toda juventud, toda sangre, que palpitaba bajo su ansia. Era la boca, aquella boca roja de Beatriz, que el demonio carnal la había enseñado a salivar brevemente, y a ensanchar y contraer, de inquietante manera.
Escarmienta tú en el caso del monje Teófilo, cuya historia nos refirió el poeta Berceo, y escarmienta en otros casos de algunos sujetos que ya se remozaron con el auxilio del demonio y no disparates como ellos disparataron.
Una larga oración, en la cual refiere las maravillas, que ha presenciado en el Purgatorio de San Patricio, termina esta obra dramática . Las cadenas del demonio. La exaltación de la Cruz. La devoción de la Cruz. Origen, pérdida y restauración de la Virgen del Sagrario. La cisma de Ingalaterra. La aurora en Copacavana. El gran príncipe de Fez. San Francisco de Borja. La sibila del Oriente.
Ferragut había alcanzado á conocer en su pueblo muchos viejos que en sus mocedades fueron esclavos en Argel. Las ancianas cantaban aún romances de cautivas en las noches de invierno y hablaban con pavor de los bergantines berberiscos. Los ladrones del mar tenían pacto con el demonio, que les avisaba las buenas ocasiones.
Palabra del Dia
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