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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Está en el trabajo... Le he puesto a trabajar. ¡Hija, si me comía un carcañal!... Es más malo que Anás y Caifás juntos. No puedo hacer carrera de él. ¡Vaya, que ha salido una pieza colunaria!... Yo le llamo Pecado, porque parece que vino al mundo por obra y gracia del demonio. Me tiene asada el alma. ¿Sabes dónde está?

¿Qué haría usted en ese caso? Pues haría... ¡qué demonio! lo mismo que va usted a hacer, sólo que yo lo hubiera hecho desde que noté el primer síntoma de eso que usted llama enfermedad de su hija. Pero, hombre, si, por errarla en todo desde que llegué a Peleches tan atiborrado de ilusiones, hasta me ha fallado la máxima que yo consideraba infalible. ¿Qué máxima?

La Voluntad censura las inoportunas advertencias de la Memoria, y aconseja seguir la senda más bella y desahogada. El Alma vacila, no sabiendo qué rumbo emprender. Preséntase entonces el Demonio, como señor de la barca; el Amor propio, el Apetito y otros vicios, en traje de marineros, y cantan así: Hoy la nave del contento Con viento en popa da gusto Donde jamás hay disgusto.

Por su carácter era un ángel, y por su facha, a no ser tan bondadoso, hubiera parecido un demonio, aunque por lo feo y pequeñuelo no dejaba de parecer un duende. El ser que iluminaba el castillo con esplendores de poética hermosura, era la gentil Poldy, única hija de la Condesa viuda que permanecía soltera, aunque frisaba ya en los veintiocho años.

Al tirar ella del colchón hacia arriba para ahuecarlo, él lo levantó completamente con sus poderosas manos. ¡No sabe!... ¡no sabe! gritaba Alicia con un regocijo infantil. Luego, fijándose en sus dedos agarrados fuertemente á la tela, añadió: ¡Pero suelta eso, demonio! Me vas á romper el colchón, ¡y en estos tiempos de pobreza!... Reían los dos, encontrando muy divertido este trabajo.

Vamos todos a suplicalle." Y así bajó del púlpito y encomendó a que muy devotamente suplicasen a Nuestro Señor tuviese por bien de perdonar a aquel pecador, y volverle en su salud y sano juicio, y lanzar dél el demonio, si Su Majestad había permitido que por su gran pecado en él entrase.

¡Dios me perdone! exclamó al ver a Marisalada cabalgando al lado del duque ; ni siquiera me saluda, ni siquiera me mira. ¡Vaya si ha soplado ya en su corazón el demonio del orgullo! Apuesto añadió, asomando la cabeza a la reja que tampoco saluda al señor cura, que está en los porches de la iglesia.

La conoció, la adivinó antes. «¡Es tuya! le gritó el demonio de la seducción ; te adora, te espera». Pero no pudo hablar, no pudo detenerse. Tuvo miedo a su víctima. La superstición vetustense respecto de la virtud de Ana la sintió él en ; aquella virtud como el Cid, ahuyentaba al enemigo después de muerta acaso; él huir; ¡lo que nunca había hecho! Tenía miedo... ¡la primera vez!

Si no lo podemos remediar, si se nos ha metido dentro un demonio, un demonio grandísimo, Inés, al cual no es posible echar fuera. y tu hermana seréis muy desgraciadas. ; desde que éramos chiquitas, mamá nos asignó a cada una el puesto que habíamos de tener en la sociedad: yo monja, mi hermana nada. A me educaron para el claustro; a mi hermana la criaron para no ser nada.

Jactábase de su inapetencia mujeril haciendo de ella una estupenda virtud; pero no necesitaba andar a cachetes con el demonio para triunfar. Las embestidas del sillón eran simplemente un hábito de confianza, adquirido con el uso del secreto penitenciario.

Palabra del Dia

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