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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Una creación debe subir por encima de la vuestra, cosa que vosotros no teméis. Y ese rival no es la tempestad, pues la desafiáis; ni el agua dulce, ya que estáis fabricando junto á ella; ni tampoco es la tierra que paulatinamente ha ido invadiendo y cubriendo vuestras construcciones. Esta nueva potencia, ¿dónde está? En vosotros mismos.

El tiempo mejoraba; la marea comenzaba a subir; las olas verdes y mansas iban cubriendo las rocas, y avanzaban cada vez más cerca de nosotros; el agua entraba por las aberturas de la proa del Stella Maris, se tendía por el plano inclinado de la cubierta y se retiraba con un suave murmullo.

Amparo, cubriendo la brasa con ceniza, juntaba en una cazuela berzas, patatas, una corteza de tocino, un hueso rancio de cerdo, cumpliendo el deber de condimentar el caldo del humilde menaje. Hecho lo cual, se presentó más oronda que una princesa a la persona encamada a quien había llevado el desayuno.

Este enternecimiento le recuerda los melancólicos pesares que conturban su alma hace algún tiempo... Un grupo de árboles bajo los cuales hacen la siesta los leñadores después de haber comido; un pueblecillo en que se oye el toque de misa matutina y en que tenues humaredas se deslizan por encima de las techumbres de teja; una casuca campesina con sus ventanas abiertas en que flotan cortinillas blancas, puesta la ropa a secar tendida en la valla y cubriendo la suave colina la viña y el huerto... Todo eso le induce a dulcísimos ensueños de vida rústica.

¡Mi majestad! dijo el duque fingiendo el más profundo asombro ; ¡cómo, señora! ¿habéis creído que yo soy el rey? ¡Ah, señor, señor! exclamó doña Ana cubriendo de trémulos besos las manos del duque; vuestra majestad me ha dado su real palabra de no ofenderse.

Los trajes de las señoras, tanto moras como cristianas, eran de pura fantasía teniendo de cinco á siete distintos cada una de ellas. una mora cubriendo su cabeza con pamela, y más de un moro que lo hacía con sombrero de copa. Con esto creo baste, pues son dos buenos botones para muestra.

Era don Salvador un hombre alto, delgado, con toda la barba canosa y representando unos cincuenta años, lo que servía de base para calcularle diez o quince más. Tenía los ojos grandes y claros; su traje era el que usa generalmente el arriero de los Andes, un fuerte poncho, botas, un pañuelo al cuello y otro cubriendo la cabeza y parte del rostro, y sobre él un sombrero de paja.

Desencajó los ojos Basilio, y, mirándola atentamente, le dijo: ¡Oh Quiteria, que has venido a ser piadosa a tiempo cuando tu piedad ha de servir de cuchillo que me acabe de quitar la vida, pues ya no tengo fuerzas para llevar la gloria que me das en escogerme por tuyo, ni para suspender el dolor que tan apriesa me va cubriendo los ojos con la espantosa sombra de la muerte!

Después uno de ellos, el más atrevido, y el mayor sin duda, pues tenía más de treinta pies de largo, dió un coletazo en tierra, subió al banco, que la marea iba ya cubriendo, y avanzó resueltamente hacia la chalupa. ¡Es horrible! exclamó Hans, temblando. ¡Valor, muchachos! dijo el Capitán, que no perdía su calma . Este es mío.

Y el cazurro Nelet, siempre con aire de fastidio, comenzó a andar hendiendo la muchedumbre al través, contestando dignamente con sus brazos de carretero a los codazos y empujones y cubriendo con su corpachón a la señora y la criada.

Palabra del Dia

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