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Actualizado: 15 de julio de 2025
No se renuncia sin trabajo a un bien seguro, a un bien tan delicioso, a todo lo que me prometían tu juventud, tu cariño leal, tus méritos inmensos, tu belleza, hija... pues ahora que no soy novio, puedo decirte que cada vez te vas poniendo más guapa.... En fin, hija, he creído amarte mejor y servirte mejor, y amar y servir mejor a Dios, dándome a ti por padre que por esposo.... Y aún me queda otra cosa mejor que decirte.
Se dice que la señora Moreno prorrumpió en llanto y reproches contra su marido; pero yo que le vi en 1857 en Marysville, no lo he creído jamás.
Fue la señora de Aymaret mandada a buscar en seguida, quien encontró sobre la mesa del taller, y entregó a Beatriz, estos cuatro renglones: «Beatriz, hubiera querido evitarte este duelo... pero habría creído ser débil al ceder... Sí, creo que tu corazón al fin se ha abierto al mío, creo que me amas... Pero, ¿continuarías amándome mañana?... ¿Debiendo mi vida al hombre que me ultrajó tan cruelmente?... Lo dudo, y muero.»
En una palabra, mi tío era un hombre de talento, de corazón y de bien. Yo le quería mucho, y si no hubiese hablado nunca de política, le hubiera creído sin defectos. En la vida privada era ejemplar. Quería con locura a su hija, y en cuanto a mi, pronto me tomó cariño. ¡Qué cosa horrible son los gobiernos! decía yo al señor de Couprat.
El Marqués gritaba desde la galería del primer piso: ¡Eh, locos! ¡locos! que os echo los perros, que destrozáis la yerba de Pepe.... ¿Qué va a cenar el ganado? ¡Locos!... Pepe, no lejos del pozo, vestido con los trapos de cristianar, más una corbata negra que había creído digna de un factor, dejaba hacer, dejaba pasar, se rascaba la cabeza y sonreía gozoso....
El resumen de su continente, de su acogida, de sus afectuosos apretones de mano, de sus miradas excelentes, pero corteses y sin alcance, del conjunto de su proceder admirable y desesperante, por su firmeza, por su sencillez, por su prudencia, era éste: «Nada sé, y si ha creído que he adivinado algo se equivoca usted.»
La duquesa de Gandía se inclinó profundamente. ¿Qué os ha sucedido esta noche, mi buena doña Juana? dijo sonriendo la reina ; creo que me habéis creído perdida y que habéis estado á punto de ofrecer un hallazgo por mi persona. ¡Ah, señora!
Ya sabes que es mayor que yo: más de veinte años. Su edad le excusaba de tomar las armas; pero se acordó de que en su juventud había sido oficial, y fué de los primeros en acudir. ¡Quién lo hubiese creído de un hombre que parecía sin preocupaciones y se burlaba de todo lo que no tocase á sus egoísmos!...
Pero Dios, que lee en mi corazón, sabe que yo he creído en el bien. Y todavía lo creo.
Pero Constanza y Roger no se daban cuenta de lo que en torno de ellos sucedía, perdidos como estaban en mutua contemplación, embriagados con la felicidad inmensa de verse reunidos después de una separación que ella había creído eterna. Tras los amantes quedaba el obscuro arco de entrada del templo; frente á ellos la vida entera, llena de luz, de alegría y felicidad.
Palabra del Dia
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