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Actualizado: 27 de julio de 2025


Yo quise entregarle mi ramo calculando propicia la ocasión, pero ella no me dio tiempo. ¡Qué olor a jazmines! ¿usted los tiene? ¡Ah, qué lindo, qué lindo ramo! ¿Es para ? , Valentina... le contesté. ¡Gracias, muchas gracias! ¿Sabe que no creía que usted viniese? me dijo. ¿Por qué? Por nada, porque pensaba que no habría hecho caso a la broma de anoche.

Aquella ciudad, profanada por los judíos y los moros, antojábasele a Ramiro, sumida como un solo ser, en inmenso dolor religioso; y, a la hora del crepúsculo, creía respirar a través de sus calles, errante hálito de vigilia, un aliento febril de insomnio, de penitencia.

Es más alto de lo que yo creía comentó un tercero. Sus retratos no le hacen mucho favor dijo una bonita muchacha, cuidando de que yo la oyese. Pura lisonja, sin duda.

Aquí derramó Currita algunas lágrimas en aras del honrado Himeneo, cuya antorcha corría riesgo de apagarse, y continuó muy bajito: Por eso, como yo no sabía nada, dije antes de ayer en casa de Beatriz lo que creía, ¡claro está!, la verdad... Que el ministro vino a ofrecerme el cargo, y yo me había negado a aceptarlo muy ofendida, tomándolo por una majadería de esa gentuza... Figúrese usted mi sorpresa cuando ayer se me entra por las puertas ese animal de Martínez, tan ordinario, tan groserote, muy ofendido con mi negativa, gritando como un energúmeno que nadie jugaba con el Gobierno, y amenazándome con una carta de Fernandito, que iba a refregarme... ¡por los hocicos, Butrón, por los hocicos!...

Yo creía que irían hincados dijo burlonamente Ricardo. Quizá no falten quienes vayan así, por alguna promesa o por fanatismo. Subamos, ché, que va a ser la hora. De nuevo en sus asientos, Ricardo reanudó el tema, diciendo: Deben ser felices los que creen, ¿eh? Si la felicidad está en creer repuso Melchor, todos deben ser felices. Todos los que creen. ¿Y crees que haya excepciones?

¿Fue ternura repentina, de la que se creía incapaz, o vergonzosa abdicación de sus principios y presagio de mayores debilidades? Nadie le culpe. ¿Cómo ser cruel con una mujer que, lejos de echar en cara los favores otorgados, ni arrepentirse de ellos, ni solicitar cosa alguna para lo porvenir, se limitaba a pedir lealtad?

Creía yo que la eterna distancia había de acortarse entre aquella alma y la mía si sus restos descansaban a la sombra de nuestra morada, en el vecino cementerio junto a la iglesia de Saint-Point.

Pedía en ella a Dios lluvia para los campos, fecundidad para los ganados, paz para la República, seguridad para los caminantes... Yo soy muy propenso a llorar, y aquella vez lloré hasta sollozar, porque el sentimiento religioso se había despertado en mi alma con exaltación y como una sensación desconocida, porque nunca he visto escena más religiosa; creía estar en los tiempos de Abraham, en su presencia, en la de Dios y de la naturaleza que lo revela; la voz de aquel hombre candoroso e inocente me hacía vibrar todas las fibras y me penetraba hasta la medula de los huesos.

Te niña: tus labios sonreian con infantil placer, tu blanca frente, inmaculada y pura, sonreia tambien; en tus ojos brillaba la inocencia santa de la niñez, y te seguí tenaz con la mirada, tu mirada busqué, porque el rostro de un ángel de los cielos en creia ver.

Todo el lado de la pradera que llegaba á abarcar con su ojo abierto, así como la linde de la masa de matorrales y la tierra que quedaba entre sus troncos, estaban ocupados por una muchedumbre de seres humanos, idénticos en sus formas á los componentes de todas las muchedumbres. Pero lo que él creía matorrales eran árboles iguales á todos los árboles y formando un bosque que se perdía de vista.

Palabra del Dia

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