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Actualizado: 1 de mayo de 2025
No lo creas, hija mía; no me equivoco: mis fuerzas me abandonan de día en día. Todas las mañanas cuando voy a despedirme de mi pobre Magdalena, me da el brazo José, que tiene cinco años más que yo. Afortunadamente prosiguió volviéndose al cementerio, esa ventana abre por casualidad sobre su tumba, de suerte que a lo menos podré contemplarla en el momento de morir.
Lo único que vio y apreció en Rosa fue la forma, o por aproximarnos más a la verdad, la carne. No era apto para sentir ni aun comprender otras pasiones más subidas. Pareciole, así que la vio, un bocado apetitoso. Al cabo de algunos días de vivir cerca y contemplarla largamente en todas las posturas, concibió por ella una torpe y desenfrenada afición.
Morsamor reposaba al lado de Urbási en la repuesta alcoba. La tenue luz de una lámpara, que ardía en vaso de diáfana porcelana, iluminaba suavemente el hermoso rostro y las gallardas y juveniles formas de la mujer dormida. Morsamor se despertó y se puso a contemplarla extasiado.
Vio Rafael cómo cautelosamente salía de su casa el ermitaño, un rústico que vivía de las personas que visitaban aquellas alturas. Atraído por el aspecto de la desconocida señora se presentaba a saludarla ofreciéndola agua de la cisterna y descubrir en su honor la milagrosa virgen. Volviose la señora para contestar al ermitaño, y entonces pudo contemplarla Rafael con toda tranquilidad.
Fué tal su impresión, que olvidó por algún tiempo el motivo que le había arrastrado hasta allí... ¡Si los que provocan la guerra desde los gabinetes diplomáticos ó las mesas de un Estado Mayor pudiesen contemplarla, no en los campos de batalla, con el entusiasmo que perturba los sentidos, sino en frío, tal como se aprecia en hospitales y cementerios por los restos que deja tras de su paso!... El joven vió en su imaginación el globo terráqueo como un buque enorme que navegaba por la inmensidad.
Pueden venir, y ya ve usted... qué compromiso. No me dejarán hacer mi gusto, me enfadaré, y no me moriré tan santamente... como quiero morirme. No dijo más. Plácido, acercándose a contemplarla, se asustó extraordinariamente.
Como si necesitase contemplarla de más cerca, pasó una mano con suavidad por debajo del cuerpo de Popito y puso igualmente sobre la palma á su lloroso compañero, para no privarle ni un instante de la presencia de su amada. Sentado en el centro del bote permaneció mucho tiempo, con la diestra cerca de los ojos, contemplando el grupo que formaban los dos pigmeos enamorados.
Sentose a su lado y no se hartaba de contemplarla, llenándose de regocijo cuando la otra solicitaba su ayuda, aunque sólo fuera para lo más insignificante. En esto llamaron a la puerta; corrió a abrir la mona, y Fortunata no supo lo que le pasaba cuando vio entrar en la sala a Mauricia la Dura. ii
La borracha, al sonreirle, mostró que le faltaban varios dientes. Luego guiñó un ojo con cínica invitación, pero al ver que el hombre miraba á otra parte, levantó los hombros y volvió á adormecerse. Ocupó el recién llegado una mesa frente á la mujer que le había precedido, y pudo contemplarla más detenidamente que en la calle.
Perla, con la viveza caprichosa que la caracterizaba, se dirigió hacia él, y tomándole una de las manos entre las suyas, apoyó en ella su mejilla: caricia tan tierna, y á la vez tan natural, que Ester, al contemplarla, se dijo para sus adentros: "¿Es esa mi Perla?"
Palabra del Dia
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