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La montaña suele sonreír y consolar; la pampa llora con nosotros, pero llora como por un dolor gigante y solemne, arriba de nuestras pequeñeces humanas. ¡La montaña es forma, es color; da el placer de la pintura, de la estatuaria o de la arquitectura, concreto siempre; la pampa empapa el alma en la sensación vaga y profunda de la música, infinita, pero informe!... También se ama la llanura, también en ella, oh, poeta, echa su raíz vivaz y vigorosa el árbol de la libertad!...

Para él la pintura debía seguir también ese anhelo, consolar el sentido y tornar más fuerte y más hondo el ensueño, como el claroscuro de las estancias. Don Alonso, al advertir que Ramiro se acercaba, tomole afable las manos y, después de un momento, preguntole en voz baja: ¿Quiere vuesa merced pasar al estrado? Allí encontrará a mi hija Beatriz con algunos galanes y amigas que ella ha reunido.

Sin asomo de ironía, con voz viril aunque trémula, don Mariano trató de consolar a la que hubo de ser su cuñada... ¡Los papeles se invertían!... No llore Laura... le rogó. Yo le agradezco su amistad y su benevolencia... No me olvidaré en la vida de lo que acaba de decirme... ¡Es usted muy buena!... Y para demostrar mejor su agradecimiento, tomole la mano y se la besó respetuosamente.

Nada, déjate de llorar ahora; lo que importa es que vayas a darle la cucharada de quinina a tu mamá. Después le pondremos un reparo sobre el estómago. El bueno de don Máximo procuró consolar a la niña, ocultándole el funesto presentimiento que abrigaba y se puso a dictar las medidas que su pobre ciencia cuanto rico deseo le sugerían.

Escuchen ustedes la lectura de esta carta, que va a consolar a usted, señora. «Me dicen escribía el Pontífice, que queréis vivir en el mundo y que vuestra inclinación os lleva a hacer en él una existencia separada de los vivos, sin pretender el matrimonio ni las esperanzas de posteridad.

A Santa Isabel, después de sus prodigiosos actos de caridad y penitencia, se le había aparecido y le dijo: «Isabel, si quieres ser mía, yo quiero ser tuyo también, y nunca separarme de ti». A Santa Catalina de Siena la venía frecuentemente a consolar a su celda, platicaba y paseaba con ella y muchas veces la ayudaba a rezar sus oraciones.

Sea como vos lo ordenáredes, hijo respondió la vieja ; y porque se me hace tarde, dadme un traguillo, si tenéis, para consolar este estómago, que tan desmayado anda de continuo. Y ¡qué tal lo beberéis, madre mía! dijo a esta sazón la Escalanta, que así se llamaba la compañera de la Gananciosa.

Luces había pocas y mortecinas. Un mal espejo les servía para dos fines; para verse muchos siendo pocos, y consolar de esta manera el ánimo afligido, y para decirse de cuando en cuando unos a otros: «Mírese Su Excelencia en ese espejoPorque es de advertir que se daban todos unos a otros dos cosas, a saber: las buenas noches y la excelencia.

Repetía yo los títulos de los libros y el nombre del autor; miraba a Domingo, y comprendiendo que le adivinaba, sonrió y me dijo: Sobre todo no linsonjee usted al publicista para consolar al poeta.

Noticiáronlo a su padre, quien sobre dicho cadáver de su hijo, entre deudos y amigos, tributó el justo homenaje de paternal sentimiento y desahogó su pecho con imprecaciones de venganza. Tan lamentable caso escitó la piedad de los sensibles teruelanos, y hasta el mismo esposo de Isabel acudió a la casa de Marcilla para quitar sospecha, y consolar al afligido padre.