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Actualizado: 21 de julio de 2025
¡No soy tu mamá! gritó la aludida, y luego volvió rápidamente a su dormitorio y cerró violentamente la puerta. Continuando los preparativos, sacó del cuarto ropero un gran baúl y empezó a empaquetar su equipaje con enfadosa y colérica rapidez.
La vaca ha ido a dar al cebadal que crecía tan hermoso y lo arrasa todo y yo no puedo darle alcance; los capones andan por los tejados y los conejos en la huerta. ¡En la huerta! exclamó mi tía que se levantó lanzándome una colérica mirada, porque la tal huerta era un sitio sagrado para ella y el objeto de sus únicos amores.
Saber convivir... He ahí el secreto del buen matrimonio. Dar normas fijas es imposible, puesto que hay tanta variedad de caracteres y de circunstancias cuantas parejas constituyen la organización monogámica del mundo. Desde luego la cualidad esencial de la mujer es la dulzura. La palabra suave quebranta la ira. Una mujer colérica es el mayor tormento de un hogar.
El herrero había desaparecido; la vieja vestida de negro no estaba allí para recibirle colérica con el fulgor hostil de su único ojo. Se sentó al pie de un árbol como la otra vez, con la escopeta preparada, resguardándose detrás del tronco, por si esta soledad ocultaba una asechanza.
Dar vueltas en un océano de inquietudes y de dolores y cuando se comienza apenas a descansar de tantas emociones violentas, cuando las apreciaciones exageradas comienzan apenas a ser rectificadas, ¡he aquí que viene la muerte, colérica e inesperada, que os estrecha entre sus brazos inflexibles y os aniquila en el silencio de la tumba!... 6 de septiembre. ¡Otro doloroso recuerdo!
Venturita, después de unos días en que no cambió con su marido palabra alguna y aparecía pálida y ceñuda, herida, sin duda, por la violencia que éste había desplegado en la escena que hemos descrito, volvió a ser lo que antes, alegre y decidora unas veces, colérica y caprichosa otras, siempre de palabra aguzada y sarcástica.
Pero creyendo que su dignidad le ordenaba seguir muy colérica, dijo todas las palabras necesarias para mostrarlo, por ejemplo: «Me acostaré o no me acostaré, según me acomode. ¿A ti qué te importa? No parece si no que... Conmigo no se juega, ¿estamos?... ¿Pues qué se ha figurado este tonto?
El figurarse por un instante que yo puedo perdonarla es un nuevo insulto, es una idea que sólo cabe en un alma tan miserable como la suya. El perdón jamás degrada. Es la virtud que más ennoblece al ser humano manifestó el clérigo, sorprendido. D. Álvaro le clavó una larga mirada colérica. Después alzó los hombros con desdén y dijo: Está bien: dejemos eso.
Este niño y sus hermanas van a quitarme los pocos días que me restan de vida. Si les permito hacer su gusto, la señora me riñe, y más quisiera ver al sol apagado que a la señora colérica.
Lejos de rebelarte contra su voluntad, debes darle las gracias porque se ha acordado de ti. ¡No diga usted necedades, hombre de Dios! exclamó la niña con voz colérica y arrojando sobre él una mirada de desprecio . ¿Me ha de querer Dios por llevarme a mi madre?... ¡Pues tiene gracia el cariño!... ¡Tiene gracia el cariño!... ¡Tiene gracia el cariño!...
Palabra del Dia
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