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Mandó Orellana, antes de abandonar la villa de Puno, clavar todos los cañones, y enterrarlos en profundos pozos, así porque no tenian arbitrio ni comodidad para retirarlos por la falta de mulas, como para evitar se apoderasen de ellos los rebeldes.

El Nacional, con los palos en la mano, citaba al toro en el centro de la plaza. Nada de graciosos movimientos ni de arrogantes audacias. «Cuestión de ganarse el panAllá en Sevilla había cuatro pequeños que si moría él no encontrarían otro padre. Cumplir con el deber y nada más: clavar sus banderillas como un jornalero de la tauromaquia, sin desear ovaciones y evitando silbidos.

En cuanto entraron Jacinta y Rafaela vieron a Juanín jugando en el patio. Llamáronle y no quiso venir. Las miraba desde lejos, riendo, con media mano metida dentro de la boca; pero en cuanto le enseñaron el tambor que le traían, como se enseñan al toro, azuzándole, las banderillas que se le han de clavar, vino corriendo como exhalación.

Después de clavar en él los alfileres, mirando a su sobrino de un modo que le hizo estremecer, le dijo: «Tengo que hablarte detenidamente». Siempre que su tía empleaba el detenidamente, era para echarle un réspice. «¿Tienes hoy jaquecale preguntó después doña Lupe. Maximiliano estaba muy bien de la cabeza; pero para colocarse en buena situación, dijo que sentía principios de jaqueca.

Hay sacrificios de jóvenes hermosas a los diéses invisibles del cielo, lo mismo que los hubo en Grecia, donde eran tantos a veces los sacrificios que no fue necesario hacer altar para la nueva ceremonia, porque el montón de cenizas de la última quema era tan alto que podían tender allí a las víctimas los sacrificadores; hubo sacrificios de hombres, como el del hebreo Abraham, que ató sobre los leños a Isaac su hijo, para matarlo con sus mismas manos, porque creyó oír voces del cielo que le mandaban clavar el cuchillo al hijo, cosa de tener satisfecho con esta sangre a su Dios; hubo sacrificios en masa, como los había en la Plaza Mayor, delante de los obispos y del rey, cuando la Inquisición de España quemaba a los hombres vivos, con mucho lujo de leña y de procesión, y veían la quema las señoras madrileñas desde los balcones.

Después de revolcarse en el suelo con epiléptica contracción de brazos y piernas, y de golpearse la cara y tirarse de los pelos, lanzando exclamaciones guturales en lengua arábiga, que Benina no entendía, rompió a llorar como un niño, sentado ya a estilo moro, y continuando en la tarea de aporrearse la frente y de clavar los dedos convulsos en su rostro.

En aquel momento lo que me embargó fue un gran sentimiento de vergüenza, y recuerdo que exclamé apretándome contra el sacerdote que marchaba a mi lado: «¡Ah, por Dios, que no me vean, que no me veanHasta el instante de salir de la cárcel, no se me occurió que iba a hallarme frente a una muchedumbre de espectadores, y que algunos millares de ojos se irían a clavar sobre mi rostro con expresión de burla y desprecio.

Por fin dijo: Me río porque D. Félix tuvo hace algunos años un perro que se llamaba como ... Por cierto que rabió y Regalado le mató de un tiro. Pues yo, sin rabiar, si te descuidas te voy á clavar los dientes manifestó Plutón echándole una mirada torva. No seas tan valiente respondió la niña sin perder un punto de su alegría. ¿Y por qué te llaman Plutón? Ese no es nombre de cristiano.

Yo le decía que hiciera como los demás; pero ¡qué esperanza! Siempre me respondía lo mismo: «Ante todo el deber, Petrona». Claro que el deber es el deber; pero también quedarse medio fundidos cuando los demás, hijita, hacen lo que hacen, tratando de salvarse, aunque haya que clavar a medio mundo... No te apures, Petrona; todo se ha de arreglar. Hijita, no cómo.

¡Ojo, señora! gritaba Gallardo . ¡Que ese toro es viejo y se las trae!... Tenga cuidao no se regüerva. Y así fue. Cuando doña Sol se preparaba a realizar la misma suerte que su tío, oblicuando el caballo para clavar la garrocha en el rabo de la fiera y derribarla, ésta se volvió como si recelase el peligro, plantándose amenazante ante los acosadores.