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Actualizado: 2 de junio de 2025
Las niñeras adornadas con cintas de mil colores, llevaban bajo sus largas capas el dulce peso de los bebés, en tanto que las siluetas pálidas y quebradas de los viejos, paseaban sus cuerpos fatigados al tenue ardor de aquel sol de diciembre.
Un momento después las serpentinas volaban hacia la victoria. Ambos carruajes estaban ya enlazados por el puente colgante de cintas, y la que lo ocasionaba sonreía de vez en cuando al galante muchacho. Mas aquello llegaba ya a la falta de respeto a personas, cochero y aún carruaje: sobre el hombro, la cabeza, látigo, guardabarros, las serpentinas llovían sin cesar.
Entreclara era la noche, y por lo bien cuidado del jardín, por las estatuas que acá y allá se encontraban para su adorno, y por sus bancos y asientos de labradas, aunque en apariencia rústicas maderas los unos, y de blandos céspedes, como formados por la naturaleza, los otros, que al descanso y al regalo por todas partes convidaban; y por la hermosa fuente de alabastro que en el centro se veía, con su taza que a una gran concha se asemejaba, sostenida por delfines, en los que cabalgaban amorcillos, y de la cual caía en claras cintas el agua, causando un dulce ruido, que al sueño convidaba, no pudo menos de apercibirse de que en el jardín de una casa principalísima había entrado, y de que aquella casa no podía ser otra que la de la nobilísima, y, sobre todo encarecimiento, bella indiana, cuya parte principal daba a la calle de las Sierpes.
Seis meses después de los sucesos referidos en el último capítulo, la condesa de Algar estaba un día en su sala en compañía de su madre. Ocupábase en adornar con cintas y en probar a su hijo un sombrero de paja. Entró el general Santa María. Ved, tío dijo , qué bien le sienta el sombrero de paja a este ángel de Dios. Le estás mimando que es un contento repuso el general.
Por aquí pasó.... ¡Qué preciosidad! No he visto cosa más mona en la vida.... A ver cuándo el señor duque le compra otra pareja así dijo Petra mirando con el rabillo del ojo al banquero, mientras ataba las cintas de la bata a su ama. ¡Ps! exclamó ésta alzando los hombros con desdén . No me ha dado nunca por guiar. Es oficio de los cocheros.
Cerca de la fuente, en las piedras, y en los troncos viejos, se daban algunos que parecían plumas, cintas de seda, tiras de raso. Concluída la obra, corríamos a oir el fallo de las señoras. Para la enferma eran mejores los míos; para tía Pepa los de Angelina eran los más bonitos.
Ya era cristiano Antonio Diego Sebastián; doña Celestina le había tomado de brazos del tío padrino, y sentada en la tarima de un confesionario, junto a una capilla, rodeada de aquellos amigos y curiosos, se entendía hábilmente con cintas y encajes para volver a sepultar bajo tanto fárrago de lino el cuerpo débil, flaco, de la criatura.
En cuanto á los pavimentos de los corredores y centro del patio, eran de ladrillos, combinados con olambrillas ó con cintas de azulejos formando bellas lacerías, de las que se conservan preciosos restos en la Casa de Alba.
Margalida descolgaba del techo de su cuarto la falda de fiesta, y luego de ponérsela, con el pañuelo rojo y verde cruzado sobre el pecho, otro más pequeño en la cabeza y un largo lazo de cintas al extremo de la trenza, colocábase las cadenas de oro que le había cedido su madre, e iba a sentarse sobre el abrigais, doblado en una silla de la cocina.
Llevaba a todas partes el empaque de la oficina, y creeríase que levita, pantalón y sombrero eran parte integrante de la oficina misma, de la Dirección, de la Administración, como en otro orden lo eran los volantes con membrete, el retrato de la Reina, los sillones forrados de terciopelo y los legajos atados con cintas rojas.
Palabra del Dia
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