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Pero en una u otro las muchachas renovaron el lujo detonante de sus trapos, anidáronse la cabeza de peinetones, ahorcáronse de cintas robado todo con perfecta sangre fría al hidalgo alcohol de su compañero, pues lo único que el mensú realmente posee, es un desprendimiento brutal de su dinero.

Perecían a docenas los hombres junto a los rieles. La conquista de una laguna o de un bosque por las cintas de acero era tan mortífera como la toma de un reducto artillado. A la caída de la tarde vio Ojeda pasar a don Carmelo mirando a todos lados. Iba por el buque en busca de Maltrana sin poder encontrarlo. Ese pobre se muere dijo en voz baja . Está en las últimas.

Cecilia cogía una en brazos, Gonzalo la otra, y las llevaban al cuarto de aquélla, donde ambas dormían. La tarea de desnudarlas era complicada y entretenida. Gonzalo, a pesar de su musculatura de toro, poseía tanta delicadeza como una mujer para desatar las cintas y mover sus cuerpecitos a un lado y a otro sin lastimarlas. A menudo las manos de los cuñados se tropezaban.

Doña Celestina, con vestido de raso negro y mantilla de casco fina, estaba en medio de la sala con un bulto en los brazos, un montón de tela blanca, bordada, de encajes y de cintas azules. ¿Qué es esto? dijo Bonis, que entraba con las nodrizas electas a derecha e izquierda. Esto es respondió la partera que vamos a hacer cristiano a este judiazo de su hijo de usted.

Pero lo más lindo era una chaquetilla de felpa roja, tan raída como bien ajustada, sobre la cual liaba Angustias una faja hecha de dos o tres cintas de colores perfectamente cosidas, con lo que el muchacho parecía un sol, más que un príncipe, algo de sobrenatural en belleza y gallardía, como un Niño Jesús vestido de torero.

Era una mujer enmascarada, que, a pesar de sus altos tacones y de la especie de gran florón de anchas cintas negras que llevaba en lo alto de la cabeza para aumentar su estatura, aparecía muy pequeña: llevaba sobre un vestido corto de seda negra un amplio dominó de igual color, y abrigábase el cuello, espaldas y brazos, con una rica talma de pieles grises.

Cosas hay de cierto primor artístico y de bien inspirada delicadeza. Así la cruz que llevan en andas, grande y negra, como de ébano bruñido con remates primorosos de plata, sin Cristo en ella, que ya se supone resucitado y en el cielo, de la que penden siete anchas cintas verdes, blancas y rojas, de los tres colores de las virtudes teologales.

Habíanle armado pues de piés á cabeza: llevaba unas armas de oro con esmaltes verdes, un penacho verde, y la lanza colgada con cintas verdes. Por el modo de gobernar Itobad su caballo, se echó luego de ver que no habia destinado el cetro de Babilonia á un hombre como él el cielo.

Toda la vida del país estaba reconcentrada en la ancha hendidura abierta por las aguas que forma la línea fronteriza entre la Pampa y la Patagonia. Las dos cintas de terreno de sus orillas representaban miles de kilómetros de suelo fértil aportado por el río en su viaje de los Andes al mar.

Aunque el teutón se estremeció al golpe furibundo del caballero inglés, su lanza alcanzó á éste en la visera con fuerza tal que rompió las cintas que sujetaban el casco y éste cayó hecho pedazos, pero el barón continuó su carrera, descubierta la calva cabeza que brillaba á los rayos del sol.