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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
El de los primeros, compuesto de pantalón, chaleco y chaqueta de paño azul muy obscuro, corbata de seda negra, anudada sobre el pecho y medio oculta bajo el ancho cuello abierto de una camisa de lienzo sin planchar, y boina también de paño azul obscuro, con larga borla de cordoncillo de seda negra.
¡Y me oirá! ¡si yo estoy con Dios... así!... repuso sonriendo al cerrar la mano con un enérgico gesto, y agregó: ¡Bueno, adiós! que tenemos los minutos contados; adiós... «mamita», adiós, Sofía; adiós, Carmencita; ¡hasta pronto, señor! dirigiéndose al viejo Fraga que salía del escritorio guardando el pañuelo entre el chaleco y su cuerpo, acaso porque no encontraba el bolsillo de su saco...
¡Qué barbaridad! exclamó asustado, abriendo los ojos desmesuradamente. La dama le miró algunos segundos fijamente, con expresión escrutadora, maliciosa. Luego, soltando una sonora carcajada, exclamó: ¿Lo ves, infeliz, lo ves?... Tú eres un señorito madrileño, un socio del Club de los Salvajes.... Ni yo, ni mujer ninguna te harían cambiar el frac y el chaleco blanco por el uniforme de presidiario.
Un revólver bien á la vista de todos, sobre el chaleco, era la única insignia de su autoridad. Se desprendió el español de la mejor silla de su establecimiento, guardada detrás del mostrador para las visitas extraordinarias, y el comisario fué á colocarse junto á Manos Duras.
Los entierran; dicen que la cura no ha alcanzado, y que los médicos no la entendieron. Pero la puñalada hipócrita alcanzó e hirió el corazón. Tú acaso eres de esos criminales, y hay un acusador dentro de ti; y ese frac elegante y esa media de seda, y ese chaleco de tisú de oro que yo te he visto, son tus armas maldecidas. Silencio, hombre borracho. No; has de oír al vino, una vez que habla.
Para tomar un baño contestó la maestra lanzando una ojeada a su sucia persona con gran indignación. De pronto, con infinito contento de doña María, Sandy se quitó la levita y chaleco, tirolos al suelo, se arrancó las botas, y con la cabeza hacia adelante arrojose precipitadamente por la cuesta abajo en dirección al torrente. ¡Virgen santa! ¡Este hombre va a ahogarse! dijo doña María.
Fumó el último cigarro con sus hermanos en el jardín de la catedral, sin revelarles sus propósitos, y por la noche huyó de Toledo con un escapulario del Corazón de Jesús cosido al chaleco y una hermosa boina de seda en el bolsillo, de las confeccionadas por blancas manos en los conventos de la ciudad. El hijo del campanero iba con él.
En uno de los pasos campea en primer término un escribano con sus correspondientes anteojos y su indispensable legajo, recordando en las prendas de su traje todas las épocas conocidas, haciendo sus gregüescos acuchillados dar una galopada de más de dos siglos, hasta llegar á su abotonado chaleco.
Era unitario puro, aunque llevaba el chaleco rojo de los federales, pues él decía que para andar entre lobos, es preciso disfrazarse de tal, y tan bien le salió la práctica de este consejo, que salvó piel y fortuna y vino a morir, ya anciano, en olor de millonario.
Vamos a ver esa corbata dijo la complaciente tía, y acabemos de una vez, que tu padre espera. Y mientras anudaba los lazos a su gusto, con tal esmero que ponía en ello sus cinco sentidos, el joven, con la cabeza echada atrás para facilitar la operación, se impacientaba porque aquello concluía nunca. Al fin estuvo listo, se miró y se remiró; ahora el chaleco, luego, el frac...
Palabra del Dia
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