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Actualizado: 25 de julio de 2025


En las manos consiste toa la cencia.... Si me hubiera hecho la ropa un sastre de Santander, como yo quería.... Lo mismo que el chaleco ... y los calzones: por un lado me sobra media fanega, y por otro no me puedo revolver adentro.... ¡Y estos zapatos!... Yo no en qué consiste que cuanto más tocino les doy, más peor se ponen. ¡Qué zapatos los de don Damián, tisana!

Por lo pronto, repara bien lo que yo vaya jaciendo, y ten la caridad de ayudarme cuando te lo pida. Dicho lo cual, se dirigió a la alacena que estaba cerca de la ventana y en la misma pared, y la abrió con una de las llaves encadenadas en un llavero que sacó, pujando mucho, de un bolsillo interior de su chaleco. La alacena era de poco fondo, y no tenía más que una balda a la mitad de su altura.

La fisonomía de Enrique volvió a adquirir repentinamente su habitual expresión de bondad e inocencia. Me parece que no ha salido esta mañana. ¿Quieres verle? , tengo que hablar con él. Vamos allá. Y poniéndose apresuradamente una chaqueta, sin haberse metido aún el chaleco, condujo a su primo por los corredores hasta cerca del cuarto de su padre.

En resumen: Perico, que tenía movimientos vivos y locuacidad inagotable, pero de hielo la cabeza, de tal suerte entendió las marchas y contramarchas, retiradas y avances de la empeñada acción que todos los días se libraba en el Casino, que después de varias fortunitas chicas, vino a caerle un fortunón, en forma de un mediano legajo de billetes de a mil francos, que se guardó apaciblemente en el bolsillo del chaleco, saliendo de allí con su paso y fisonomía de costumbre, y dejando al perdidoso dado a reflexionar en lo efímero de los bienes terrenales.

Dadle una copa de aguardiente dijo el doctor. No; prefiero fumarme una pipa. ¿Dónde está tu pipa? En el chaleco. Bien; aquí la tienes. ¿Y el tabaco? En el bolsillo del pantalón. Pues cargue usted la pipa, Despois. Este hombre tiene valor; ¡muy bien! Da gusto ver hombres de corazón. Vamos a cortarle el brazo en dos tiempos y tres movimientos.

Le veía igual en todo tiempo, con su levita forrada de seda roja, que parecía siempre la misma y era renovada, sin embargo, cada seis meses. Las estaciones no traían otra mudanza que el convertir el invernal chaleco de terciopelo en otro de seda bordada. Cifraba su principal orgullo en la ropa blanca y en los libros.

Las mujeres usan una especie de camisilla ó chaleco, abierto por delante, que atan con unos cordones, y una manta ceñida á la cintura que las cubre hasta las rodillas. Los principales llevan la manta y el baac negro y con bordados; en sus lutos usan telas blancas.

Pero en el chaleco de Melchor siempre sonaba algo, aunque fuera media docena de pesetas, reunidas por D.ª Laura, Dios sabe cómo, con mil apuros, con el enfermizo velar de las niñas y el ahorro llevado a límites increíbles. Melchor había seguido la carrera de Derecho.

Toma las llaves de mi escritorio, que están ahí en el chaleco, abre el segundo cajón de la izquierda y saca un crucifijo de plata que hay en él... y tráemelo. Aquí está dijo presentándoselo a los pocos instantes colgando de un pedazo de cordón. Este crucifijo manifestó algo ruborizado me lo dio Maximina al separarnos: se me rompió el cordón, y esperando comprar otro, lo guardé en el escritorio.

Abajo había tanto hombre que parecía un hormiguero. ¡Cristianos!, ¡yo no de dónde salió tanta criatura! Pues no es nada, dije para mi chaleco, ¡las hogazas de pan que se amasarán en la villa de Madrid!... Pero asómbrense ustedes; toda esa gente había ido allí, ¿a qué?... ¡a oír cantar a la Gaviota! Momo hizo una pausa, teniendo las manos extendidas y abiertas a la altura de su cara.

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