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Actualizado: 28 de junio de 2025


Si fuese poeta, mi armónica lira Podria al amparo del ténue cendal, Y al son de la brisa que mansa suspira Le diera inspirado su acorde final. Si fuese viajero deseara una palma Que sombra tranquila me diese á su pié, Como esa que el velo, con plácida calma, Derrama en la frente que el ojo entrevé.

En una de las calles céntricas se puso al fin a cantar el primer pedazo de ópera que acudió a sus labios: la voz salía débil y enronquecida de la garganta; nadie se acercaba a él ni siquiera por curiosidad. «Vamos a otra partese dijo, y bajó por la Carrera de San Jerónimo, caminando torpemente sobre la nieve, cubierto ya de un blanco cendal y con los pies chapoteando agua.

Antes de salir, ella, que tenía en él la vista fija, le miró con amor e hizo ondear en su mano un blanco cendal, como despidiéndose. Su larga mirada fue elocuentísima y decía con toda claridad: hasta que pronto, muy pronto volvamos a vernos. En un extremo de la ciudad y en espacioso edificio, Morsamor con toda su gente estaba acuartelado.

El anciano dice en sus adentros: todo eso es mio; ¿quién es ninguno de estos recien venidos, de esos forasteros, de esos imberbes, para disputarme la religion de mi memoria, mi memoria que es mi cendal de lágrimas y mi corona de laurel, mi martirio y mi poesía. Todo eso es mio, el que lo toque es un profano. Sabe que el hablar tiene sus peligros, y calla: aquí la reserva.

Allá arriba, delante de , vieron una gran mancha de oro. Y de repente, despojándose de su cendal gaseoso, como el que deja caer una túnica de los hombros, quedaron anegados en luz, surgiendo como dos manchas negras en medio del éter azul, debajo de un sol radiante. La condesa lanzó un grito de entusiasmo.

Apenas llegado, Aixa tanteábale con horror sus ropas velludas y espesas, ofreciéndole, en cambio, para aquellas horas de placer, alguna vestidura de seda, alguna delgadísima túnica de cendal, perfumada de almizcle. Sus pies conocieron la holgura de las babuchas. Sus cabellos el halago de la gaza, con que ella se los circundaba indefinidamente, hasta prenderla por delante con empenachado joyel.

Os pido que me permitáis morir con esa reliquia en la mano, y de esta manera no sólo obtendré mi salvación eterna sino también la vuestra, pues debiéndoos tan gran merced, no dejaré de interceder por vos un solo día. Á una señal de su jefe, el ballestero Jacobo descalzó al malhechor y halló en la bota la valiosa reliquia, envuelta en luenga tira de fino cendal.

Hoy en vez de una estrella fugitiva Ves brillar una flor nitida y viva De perfume inmortal, Que no ha de marchitar el cierzo helado Si del materno seno enamorado Tiendes sobre ella el cándido cendal. No conozco aun á tu hijo, mas soy padre, Y al través de los ojos de su madre Le miré con amor, Como al través de un rayo luminoso Desprendido de un cielo magestuoso Suele verse á lo lejos una flor.

Nieves, pasando y repasando maquinalmente la aguja con que bordaba, por el cendal finísimo que cubría su bordado, y la vista perdida en el aire, dio a entender con un gesto y una leve sacudida de sus hombros, que lo mismo le daba.

Es una cosa sin nombre Cual las quejas del amante, Cuando suspira anhelante De la música al compas; Como el perfume que exhala El cáliz de una flor pura, Que inspira amor y ventura, Y alivia el dolor tenaz. Como el sol en el ocaso Cuando moribundo arde, Cual la estrella de la tarde En la calma celestial; Como el canto de las aves En la enramada florida, Ó cual sílfide vestida De vaporoso cendal.

Palabra del Dia

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