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Actualizado: 9 de junio de 2025
Enseguida, dirigiéndose a Cornias, gritó: Ya está ahí... Caza escotas, que vamos en vuelta de fuera, y a ceñir... Y usted, Nieves dijo volviéndose hacia ella , agárrese bien a la brazola, y no se descuide un instante, porque esto no es la bahía... Y perdóneme si desde ahora no la hago los honores de la casa como yo quisiera, porque este caballerito es algo ligero de cascos y voy a necesitar muy a menudo poner los cinco sentidos en él.
El ruido es mareador y se siente en el aire una trepidación incesante; el repiqueteo de los cascos, el vuelo sonoro de las ruedas, parece a cada instante aumentarse. Temeríase a cada momento un choque, un fracaso, si no se conociese que este inmenso río que corre con una fuerza de alud, lleva en sus ondas la exactitud de una máquina.
La armazón de la novela de Ángel era la siguiente: un comerciante muy rico tenía una mujer muy guapa, la cual mujer era, además, ligera de cascos. De este matrimonio nació una hija que llegó a ser moza, sin que, su madre se recatara de ella todo lo que debía para entregarse a sus liviandades, que iban de mal en peor y al cabo llegaron a matar de pesadumbre y de vergüenza al pobre comerciante.
Encorvan la cabeza, levantan el pecho, pisan con sus férreos cascos con una firmeza que parte la piedra y fatigan el brazo del jinete que tiene que llevarlos con la rienda rígida. La espuela o el látigo son inútiles; basta una ligera inclinación del cuerpo para que el animal salte, y como dicen nuestros paisanos, pida rienda.
Ahora no estaba sólo en calidad de público; en todas las faltriqueras había abonados, y en la de los tertulios de Cascos se destacaba la respetable personalidad del Gobernador militar, que honraba a aquellos señores aceptando un asiento en lo oscuro. Reyes se sentó en primera fila, y en cuanto Mochi miró hacia el palco, le saludó con el sombrero.
Era dueño de unos cuantos cascos; proveía de leña las tahonas de Joló y Gunao; hacía comercio de aceite y palay; contrataba carga y descarga, intervenía en alguna pequeña contrata en el arsenal, y por último, daba dinero á módico precio. Tan heterogéneo comercio encontró una especie de tenedora de libros en la crianza.
Corrió la gente curiosa, agrupándose en torno á Batiste y el gitano, que seguían con sus miradas la marcha del animal. Guando volvió Monote con el caballo, el labriego lo examinó detenidamente. Metió sus dedos entre la amarillenta dentadura, pasó sus manos por las ancas, levantó sus cascos para inspeccionarlos, lo registró cuidadosamente entre las piernas.
El barro, la sangre, la lluvia, habían dejado en ellos manchas imborrables, dándoles una rigidez de cartón. Algunos heridos les arrancaban las mangas, para evitar un roce cruel á sus brazos destrozados. Otros ostentaban todavía en los pantalones las rasgaduras de los cascos de obús.
Después ordenábamos su colección de armas, los cascos de oro con anchas carrilleras, las corazas, las cotas de mallas y esos largos sables de mandoble que requirieron su caballero templario y con los cuales puede abrirse el vientre tan bien.
Nada es menos interesante a los ojos de las personas sensatas que una muchacha ligera de cascos, que se deja seducir, o una mujer liviana que falta a sus deberes.
Palabra del Dia
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