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Actualizado: 9 de mayo de 2025


es, es; lo yo; ¿no ve usted que es el amo del cotarro, el presidente de las Paulinas?... Entre usted, entre usted, so bandido... y verá usted con qué arma digna de usted le aplasto los cascos.... Calma, calma, amigo mío; yo me basto y me sobro para despedir con buenos modos a estos señores.

Las fuerzas carlistas contestaban débilmente al cañoneo: debían tener pocas piezas y de escaso alcance, porque sus tiros iban a estrellarse en un ribazo situado por bajo de los cerros, casi en la orilla del río, produciendo los cascos de granadas, al caer en el agua, anchos círculos de ondas que se estrellaban en las márgenes.

Tras un trayecto que nos fué sumamente difícil de correr, se aclaró la maleza dejando el habla al ponernos á la vista; pocos pasos más y los cascos de nuestros pequeños caballos pisarían las faldas del Sungay, cuyas crestas las envolvía las densas brumas de la mañana.

Cuando trató de levantarse parecíale que la cabeza se le abría en dos o tres cascos, como se había abierto la hucha a los golpes de la mano del almirez. Sintió entrar a su tía. Doña Lupe conocía tan bien la enfermedad, que no tenía más que verle para comprender el periodo de ella en que estaba. «¿Tienes ya el clavo? le preguntó en voz muy baja . Te pondré láudano».

Es una joven desamparada continuó Paz, que estaba en casa de un amigo nuestro, soltero grave, el cual no podía sufrir sus travesuras. Parece que ella es algo levantada de cascos; y viendo que no la podía sujetar, nos la entregó para que la corrigiéramos ... Todo por amor de Dios. ¿Y les da á ustedes disgustos? preguntó con oficiosidad la hermana de don Silvestre Entrambasaguas.

Más allá estaban los cascos de los buques, sustentando un bosque de palos y chimeneas, y en último término la muralla amarilla del malecón exterior y el cielo recién lavado por la lluvia, con un rebaño de nubecillas blancas y plácidas como sedosos carneros.

Hace ya más de ocho días que la pidió a su hermano, que, por supuesto, ¡abrió un ojo!... Pero la chica, pásmese usted, se niega a casarse con su tío, y todos dicen que tiene la culpa el sobrino del cura, que la ha levantado de cascos... El padre, con esto, dicen que la pega cada pie de paliza que la pone como una breva. Pero ella se empeña en que no, y que no, y no hay quien la saque de ahí...

Los indios, que cazaban y pescaban por sus tratos con Méndez, traían víveres al campamento, pero su presencia era cada vez menos regular, y todo hacía temer que desapareciesen para volver luego con enemigos. Colón temía que pusieran fuego una noche a los secos y resquebrajados cascos. No había otra esperanza que avisar a Santo Domingo para que un buque viniese por ellos.

no tienes que levantarte temprano. ¡Venga otra botella! Y despaché otra botella, o, mejor dicho, parte de ella, porque lo menos los dos tercios de su contenido se los apropió el monarca. Tarlein renunció a predicar moderación y pronto nos pusimos todos tan alegres de cascos como sueltos de lengua.

Por la tienda de Cascos había pasado todo el romanticismo provinciano del año cuarenta al cincuenta. decía Bonifacio y decían todos los de su tiempo con una melopea pegajosa y simpática, algo parecida a canto de nodriza. Y decían también, esto con más energía: ¡Boabdil, Boabdil, levántate y despierta!... etc. Esta era la mejor y más sana parte de lo que se entendía por romanticismo.

Palabra del Dia

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