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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Su hermana primera, a quien habían tocado aún algunos rayos débiles del esplendor de la casa, logró casar ventajosamente con el hijo de un banquero rico. Nada aprovechó a su familia. Ni D. Antonio ni su hijo Antoñito pudieron ver el color de las monedas de su yerno y cuñado respectivamente. Las otras dos también casaron con jóvenes distinguidos, pero sin dinero.
Le he preguntado mil veces si lloró cuando estaba tan mal; él dice que no, porque siendo muy tierno, tiene el pudor de no demostrarlo; pero yo sé, por las sirvientas, que andaba gimoteando por los rincones. También le preguntaba si se hubiera vuelto a casar si yo llego a morirme. Su respuesta fué muda, pero elocuente.
No sé si es ese medio ambiente lo que me hace ser también refractaria al matrimonio, o si es la poca costumbre de ver casar a las jóvenes de mi sociedad lo que me hace considerar mi propio matrimonio como una eventualidad temible. La verdad es que, a pesar de mi deseo de claridad, no consigo poner estar cosas en claro. Estas muchachas... diría la abuela, qué imposibles son... 14 de octubre.
Pero en don Federico se cumplió aquello de que quien tarde casa, mal casa. No me asombro repuso Ramón Pérez de que don Federico la quiera, sino de que Marisalada quiera a ese desgavilado, que tiene pelo de lino, cara de manzana y ojos de pescado. Que no haya tenido presente esa ingrata de que ¡quien lejos se va a casar, o va engañado, o va a engañar!
Lo ignoraba, nunca me había dado cuenta de lo que podía suceder en mi corazón. Sólo mis amigos eran capaces de consolarme, y fui en su busca. »Amigos míos les dije llorando; aconséjenme, sálvenme, me quieren casar. »Teobaldo se estremeció; luego le vi levantar los ojos al cielo y brillar en ellos una lágrima. »Carlos púsose pálido como la muerte, y nada me contestó.
Jovita era sentimental y reservada; Micaela tenía el genio violento; Socorro era la más pava, y Emilita la más pizpireta. Las dos intensas preocupaciones que llenaban la vida espiritual de D. Cristóbal Mateo eran la reducción del contingente del ejército y el casar a sus cuatro hijas, o por lo menos a dos.
¡Un hombre a quien amaba! ¡una unión que la hacía dichosa! No se trata de eso; cuando se ha dado una palabra; cuando se tiene una hermana a quien casar... Además, enlazarse con un hombre obscuro... un Carlos Broschi, a quien nadie conoce... Tenía, al menos, un mérito, ¡era rico! Sí, un mérito que ha conservado para sí.
¡Ah! exclamó la abuela indignada, jamás hubiera esperado semejante lenguaje de un apóstol y un santo... Cálmese usted, señora dijo el cura muy divertido, y observe qué alivio representaba el consejo de San Pablo a los padres de familia de la época, obligados por las leyes a casar a sus hijas e impotentes por las costumbres para hallar el esposo obligatorio...
He hecho creer primero á la chacha Ramoncica, con el mayor sigilo, que Nicolasa es hija mía. Le he dicho que un deber imperioso de conciencia me obliga á dotarla, ahora, que ella se va á casar. La chacha entiende poco de números. Se ha espantado, no obstante, de la enorme cantidad que yo quería dar por dote; pero la he echado de espléndido y me he supuesto más rico de lo que soy.
En el brocal de aquel pozo que está en medio del patio se está mirando siempre una dama muy hermosa, como lo verás si ella alza la cabeza, hija de pobres y humildes padres, que queriéndose casar con ella muchos hombres ricos y caballeros, ninguno la contentó, y en todos halló una y muchas faltas, y está atada allí en una cadena porque, como Narciso, enamorada de su hermosura, no se anegue en el agua que le sirve de espejo, no teniendo en lo que pisa al sol ni a todas las estrellas.
Palabra del Dia
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