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Actualizado: 16 de junio de 2025
Esto que nos pasa, te lo anuncié yo, Bernardino dijo gimoteando la señora, ibas a galope, demasiado de prisa. Luego la Bolsa... Mira, eso que dicen de la Bolsa son estupideces; hoy se gana, mañana se pierde: pues lo que se hace es asegurarse del hoy, y cuando se le tiene, no dejarlo escapar por ir a tentar el mañana. ¡Eso! ¿Ves? No escarmientas, Bernardino, y me temo que ésta no sea la última.
Le he preguntado mil veces si lloró cuando estaba tan mal; él dice que no, porque siendo muy tierno, tiene el pudor de no demostrarlo; pero yo sé, por las sirvientas, que andaba gimoteando por los rincones. También le preguntaba si se hubiera vuelto a casar si yo llego a morirme. Su respuesta fué muda, pero elocuente.
Su espalda resonaba como un cofre vacío bajo los golpes. Algunas veces, la desesperación del dolor enardecía a la víctima; el cordero se volvía fiera, y antes de caer al suelo, gimoteando como un niño bajo la superioridad del número, se arrojaba sobre los verdugos, arañándolos, intentando morderles.
Yo deseo, Isidro siguió gimoteando el señor José , que en este asunto hagas lo que puedas. Ciertamente, no sé lo que quiero. No te pido que lo saques de allí; aunque esto pudiera ser, yo me opondría. Que se pudra en la cárcel, que se muera... ¡por pillo! Pero tras estas palabras enérgicas, reaparecía el padre. Quiero continuó con dulzura que vayas a verle.
Una hermosa que se hace robar cada seis meses, siempre tendrá algo que referir cuando vuelve. Pues es igual. ¡Bonito hogar doméstico! Imagínese usted, señor, que todavía no hacía un año que estaban casados cuando ¡paf! va la mujer y se larga a España con un vendedor de chocolate. El esposo se queda solito en la casa gimoteando y bebiendo. Estaba como loco.
Pero el chico, advertido, comenzó a volver sobre sus pasos gimoteando: ¡A mí! ¡a mí también! Tú ya lo has robado. ¡No! ¡no! Y movía la cabeza a un lado y a otro hasta querer descoyuntársela, y enseñaba las palmas de sus manecitas untadas de tierra. Bien. ¡Pero lávate esa cara y esas manos, gorrino!
Maltrana hizo un movimiento de impaciencia. ¿Qué tenía que ver su pobre madre en lo de ahora?... ¿Quería ayudarle, sí o no?... La vieja siguió gimoteando, sin contestar, y el joven púsose de pie con ademán resuelto. Adiós, abuela. Quédese usted con lo suyo. Ya sé lo que debo hacer. Pero antes de que volviese la espalda, la trapera se abalanzó a él. ¡Isidrín... hijo mío... quédate!
Entre los que halló Roger á su paso se contó también uno al parecer fraile, que gimoteando le pidió algunos cornados para comprar pan, pues estaba muerto de hambre.
Cuanta baratija inútil caía en sus manos, cuanto objeto rodaba sin dueño por la casa, iba a parar a unas cajitas que ella tenía en un rincón a los pies de su cama. ¡Y cuidado que tocara nadie aquel depósito sagrado!... Si Alfonsín se atrevía a poner sus profanas manos en él, ya tenía la niña motivo para estar gimoteando y suspirando una semana entera... Estos hábitos de urraca parecía que se exacerbaban cuando estaba más delicada de salud.
El corchete soltó al cocinero, que se despidió, subió las escaleras, atravesó un pasillo, y se entró de rondón en la cocina, donde, envuelta en un pañolón negro, estaba Casilda gimoteando, asistida por algunas comadres de la vecindad y algunas doncellas de cómicas que estaban en la casa, y componían aquella especie de duelo criaderil.
Palabra del Dia
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