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Dificilillo de componer era aquello, y no bastaba todo su talento a convertir en blanco lo negro, como otras veces había hecho. Varias noches estuvo en la tertulia de las de la Caña completamente achantada y sin saber por dónde tirar.

Traía el sombrero puesto, y lo primero que se veía de su persona era el reluciente alfiler de la corbata, y las botas de caña clara, atrevidas, cortas, un tanto manolescas.

49 Respondió Natanael, y le dijo: Rabí, eres el Hijo de Dios; eres el Rey de Israel. 50 Respondió Jesús y le dijo: Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees; cosas mayores que éstas verás. 1 Y al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fue también llamado Jesús y sus discípulos a las bodas.

En aquel momento se levantó del canapé la madre de Petrov, envuelta en un chal negro. Su cabecita cana temblaba; su rostro era tan pulcro en su senilidad como si se lavase diez veces al día cada arruguita. Llevaba largo rato en el canapé, sin dormir, sumida en sus tristes pensamientos.

Acudió igualmente aquella tarde á Entralgo el farmacéutico Teruel, hombre profundo, inventor de ciertas pastillas contra las lombrices que eran el asombro y el orgullo del concejo. De todos los rincones de Asturias solían venir demandas de estas famosas pastillas. En Madrid mismo, donde las importó una señora de Oviedo, adquirieron prosélitos. Habían salvado de la muerte á la esposa de un diputado asturiano, el cual en recompensa había hecho condecorar al benemérito boticario con la cruz de Isabel la Católica. Mas después de este esfuerzo químico tan prodigioso el ingenio de Teruel se había agotado ó había dormido para siempre. Ó considerando tal vez vanas y engañosas las glorias humanas, había decidido renunciar á toda labor científica. Lo cierto es que desde hacía largos años estaba dedicado á pescar truchas con caña en el río y á beber sidra en los lagares. ¿Quién regentaba la botica en su ausencia casi continua? Su digna esposa D.ª Teresa.

El caballo marino la sangría, cuando se siente cargado de sangre, abriéndose la vena con punta de caña que le sirve de lanceta, y el barro de venda, revolcándose en él, con lo que cierra la cisura.

Hay que volver a empezar se decía ; y para esto, mejor era haberlo hecho del primer tirón, porque la brisa arrecia y la trapisonda crece... El carel... ¡por vida de la arfada!... De ésta, va a ser el pozo un baño de pies... Más caña... ¡Uf!... ¡qué sensible y qué retozón está hoy el condenado! En cuanto se le tocan las cosquillas, ya no le cabe en la mar... Una tabla... y un garrancho.

Veíamos salir y entrar las barcas; veíamos a los chicos que se chapuzaban, desnudos, en la punta de Cay luce, y a los pescadores de caña haciendo ejercicio de paciencia. Los pescadores nos conocían. ¡Qué sorpresa cuando aparecía, al final de un aparejo, un pulpo con sus ojos miopes, redondos y estúpidos, su pico de lechuza y sus horribles brazos llenos de ventosas!

4 Recibieron pues heredad los hijos de José, Manasés y Efraín. 6 y sale este término al mar, y a Micmetat al norte, y da vuelta este término hacia el oriente a Taanat-silo, y de aquí pasa al oriente a Janoa; 7 y de Janoa desciende a Atarot, y a Naarat, y toca en Jericó, y sale al Jordán. 8 Y de Tapúa torna este término hacia el mar al arroyo de Caná, y sale al mar.

Hasta que a uno se le ocurre decir... 'Eso la Caña... y efectivamente; como que la Caña es el que hizo los primeros estudios del Registro fiscal». Total, que si por desgracia llegaba a faltar D. Basilio del Ministerio de Hacienda, este se venía abajo de golpe como un edificio al cual falta el cimiento.