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Actualizado: 17 de julio de 2025
Entre la apretada fila de chumberas que se extendía detrás del banco, revoloteaban los insectos, brillando al sol como botones de oro, llenando el profundo silencio con su zumbido. Unas gallinas las del ermitaño picoteaban en un extremo de la plazoleta, cloqueando y moviendo rudamente sus plumas. Rafael se abismaba en la contemplación del hermoso panorama.
El agua negra reflejaba las serpientes rojas y verdes de las luces de los buques. Un trasatlántico prolongaba las operaciones de carga al resplandor de sus reflectores eléctricos, destacándose sobre esta lobreguez con la animación de una fiesta veneciana. De tarde en tarde un hombre de lento paso entraba en el círculo de un reverbero, brillando el cañón de su fusil.
A los pocos momentos apareció el rostro pálido y suave de Josefina. Paseó sus ojos tristes por la sala, y a una seña de su madrina dirigió sus pasos al gabinete. Al cruzar por detrás del conde, volviose éste a medias y le echó una mirada rápida y ansiosa, que no pasó inadvertida a la sagacidad de sus interlocutores. La niña levantó sus ojos hacia él, brillando con sonrisa feliz.
Entonces interrogué a Sa-Tó; y su dedo respetuoso fué señalándome el Templo de los Antepasados, el Palacio de la Soberana Concordia, el pabellón de las Flores de las Letras, el kiosco de los Historiadores, brillando, entre los bosques sagrados que los cercan, con sus tejados lustrosos, azules, verdes, escarlata y de color de limón.
Ya en tu cielo brillando el claro y nuevo día, respirando venturas, amor y libertad, de los que caído hubieren en la noche sombría no te olvides, que aun bajo la humilde tumba fría se sentirán felices por tu felicidad.
Era un cerro desnudo y esbelto, brillando al sol como una placa de metal bruñido; una garganta, estrecha y sombría como una profunda herida de estileto en el corazón de la montaña; una cascada cayendo de golpe de una altura enorme, sin gracia y sin majestad, con una brutalidad feroz; un río corriendo silencioso y libre a cien metros bajo mis pies, en el seno de un cauce inmenso, de orillas torturadas por el torrente pasado, o por fin, un valle muerto y helado, sin una planta, sin un arbusto, sin un eco.
El geranio, al trasladarse a aquel sitio, pareció haber cumplido su destino en la tierra, brillando más hermoso y satisfecho que nunca. Ricardo contempló la cabeza de Marta con verdadera admiración, mientras por los labios y los ojos de ésta vagaba una inocente sonrisa de triunfo.
Leonora, apoyando en la balaustrada su pecho soberbio, inclinaba la cabeza, brillando a la luz de la antorcha el casco de oro de su opulenta cabellera. Buscaba conocer en la penumbra a aquel otro tripulante que permanecía sentado y encogido junto al timón. ¡Pero qué buen amigo es este Cupido!... Gracias, muchas gracias.
Van-Stael mandó avisar al viejo Van-Horn lo que ocurría y luego se encaminó a las rocas que circundaban la bahía, seguido del joven, que no daba las menores muestras de miedo. Habíase puesto la luna hacía algunas horas, y la noche estaba obscurísima; pero el misterioso fuego, que seguía brillando en la altura, bastaba para guiarles, sin temor de extraviarse.
Bajó a la hondonada de la Terrible, cuyo pavoroso aspecto de cráter le agradaba en aquella ocasión, y después de discurrir por el fondo contemplando los gigantes de piedra que en su recinto se elevaban como personajes congregados en un circo, trepó a uno de ellos para descubrir las luces de Aldeacorba. Allí estaban, brillando en el borde de la mina, sobre la oscuridad del cielo y de la tierra.
Palabra del Dia
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