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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Después sirvieron deliciosas fibras de aletas de tiburón, ojos de carnero con picado de ajo, un plato de nenúfares en compota, naranjas de Cantón, y, en fin, el arroz tradicional, el arroz de los abuelos. Todo esto con la ayuda de unas cuantas botellas de excelente vino de Chao-Chigné.
Algunos de los que estaban en la gañanía lo noche de la juerga, tuvieron que pedir la cuenta y buscar trabajo en otros cortijos. Los compañeros mostrábanse indignados. Iban a llover puñaladas. ¡Borrachos! ¡Por cuatro botellas de vino habían vendido a unas muchachas que podían ser sus hijas!... Juanón llegó a encararse con el aperador.
¿Pero tan importante es esta mujer? No lo sé, pero pudiera serlo. La enamoraré. ¡Callad! ó más bien... ¿y qué tal, qué tal os fué el último año en Alcalá? Dorotea acababa de entrar en la sala. ¡Cómo! ¿este caballero es estudiante? dijo dejando sobre una mesa dos botellas. Y de teología dijo Quevedo.
Pero, además, se empeñaba en que todas las mujeres se enamorasen de él, en ser hombre chistoso ó «de buena sombra», como allí se dice, en cantar, tocar la guitarra y bailar como nadie, en jugar á los naipes y al billar mejor que ninguno, en quedar fresco después de haber bebido algunas botellas de manzanilla, mientras los demás rodaban por el suelo borrachos.
Y saltando el primero, ofreció el brazo a Lucía, que se apoyó sin ceremonias, y a impulsos de la sed, echó a correr hacia la cantina, donde algunas botellas empezadas, naranjas a medio exprimir, tarros de horchata y jarabe, frasquitos de azahar, se disputaban un mostrador cubierto de zinc y unos estantes pintados de amarillo.
Al cerrar la noche fueron botellas cubiertas por el polvo de muchos años lo que entregó á los hombres que le parecían débiles. Así como la columna desfilaba iba ofreciendo un aspecto más triste de cansancio y desgaste. Pasaban los rezagados, arrastrando con desaliento los pies en carne viva dentro de sus zapatos.
Ya estábamos á media legua del fin de nuestro viaje de inauguración: acabábamos de entrar en el Valle de Buelna, de regreso de Santander: sólo nos faltaban cuatro minutos de marcha por la llanura, para estrechar la mano á los que nos aguardaban ansiosos, con las botellas de Champagne á medio abrir, y celebrar la apertura de esta sección de la vía férrea..... Pasábamos sobre el último terraplén también el último, por haberse concluído aquella misma mañana.
Engañar á una amiga que se confía, que me abre su corazón y me pide ayuda... Por delante mucha sonrisa, mucha compasión, mucha promesa, y por detrás clavándole el cuchillo hasta las cachas... ¡Ya! ¡ya!... La verdad es que no sé cómo te contienes y no me rompes la cabeza con una de esas botellas... Se echó hacia atrás en la silla y se puso á jugar con los rizos negros de su frente.
El mismo Samaniego fue quien discurrió celebrar con panderetazos y villancicos el fausto suceso, y Estupiñá propuso que fueran todos los agraciados a la cocina para hacer ruido con las cacerolas. Mas Barbarita prohibió todo lo que fuera barullo, y viendo entrar a Federico Ruiz, a Eulalia Muñoz y a uno de los Chicos, Ricardo Santa Cruz mandó destapar media docena de botellas de champagne.
Algo, ¡pero dentro de poco, dejaré de sufrir! contestó agitando la cabeza. El P. Florentino juntó las manos aterrado, creyendo comprender una terrible verdad. ¿Qué ha hecho usted, Dios mío? ¿Qué ha tomado usted? y tendió la mano hácia las botellas.
Palabra del Dia
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