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Actualizado: 1 de junio de 2025


Junto á la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso; detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas de botellas conteniendo los diversos é innumerables líquidos del establecimiento.

Y así estuvieron inmóviles largo tiempo, como si no la hubiesen visto nunca, hipnotizados por aquella cara de mofletes luminosos suspendida en el horizonte. Un norteamericano arrojó una botella con dirección al astro. Había que dar de beber a la gran señora. E inmediatamente, como si esta locura fuese contagiosa, una lluvia de botellas vacías o sin destapar fue cayendo en el Océano.

El miedo á la duda futura le impulsó á la acción, haciéndole abrir con cierta violencia la puerta del bar. Vió seis mesas, un diván de hule abullonado á lo largo de las paredes, espejos borrosos, y un mostrador que tenía detrás una anaquelería con botellas. El mostrador lo ocupaba una mujer algo vieja y de gordura elefantíaca, con los ojos pintados de negro y la cara moteada de granos y costras.

El coronel vió llegar á varios criados: uno traía los sables, los demás llevaban grandes bandejas con botellas y copas. Miguel Fedor se inclinó ante el enemigo con los ojos brillantes de amabilidad y de alcohol. ¿Quiere usted beber algo mas? Dió las gracias el cosaco en voz baja y Toledo lo vió de pronto despojarse de su larga levita con el pecho adornado de cartucheras.

Inmediatamente increpó a maese Manuel, que le miraba azorado: ¿Qué haces ahí, zopenco, que no destapas las botellas? Pareces el arcángel Gabriel que esculpió maese Nicolás para la capilla de la reina Margarita. ¿Soy acaso la Virgen para que me anuncies el nacimiento del niño Jesús? En un abrir y cerrar los ojos, las botellas estuvieron abiertas.

Cosas eran estas que compró por la sola razón de comprarlas. ¡Eran tan bonitas!... Pues ¿y aquel vaso de imitación de Sajonia, de qué le servía?... ¿Y las botellas para poner cebollas de jacinto? Más necesario era sin duda el librito de memorias, el plano de Madrid, las cinco novelas y la jaula, aunque todavía le faltaba el pájaro.

Yo sólo he ido á llevar vajilla de plata y copas y botellas de cristal á una casa de la calle de Don Pedro. ¡Vajilla! ¡copas! ¡botellas! ¿y dónde?... ¿hacia dónde de la calle de Don Pedro está esa casa? Hace esquina á la calle de la Flor. Quevedo no esperó á saber más.

El furor se enseñoreó de todas las cabezas clericales. Ruedan las sillas, quiébranse platos y botellas; la pequeña sala resuena con los gritos de los enfurecidos presbíteros. Godofredo, llorando a lágrima viva, trata de contenerlos, implorando, persuadiéndoles con palabras fervorosas.

En el mismo instante sonaron varios tiros de revólver y vió cómo saltaban hechos pedazos los vidrios de las ventanas y de las dos puertas del boliche. Surgieron por estas aberturas, lo mismo que proyectiles, botellas, vasos, y hasta un cráneo de caballo. A continuación aparecieron algunos gauchos amigos de Manos Duras, que marchaban de espaldas disparando sus revólveres.

En cuanto «el diablo de Juan», como le llaman, se presenta en alguna parte, se llena la taberna, saltan los tapones y chocan los vasos; y, cuando la fiesta está en todo su apogeo, a través de los cristales hechos añicos salen las botellas a la calle. Pero «el diablo de Juan» paga todo lo que rompe.

Palabra del Dia

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