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Actualizado: 17 de junio de 2025


Sus momentos de cólera eran teatrales y no duraban sino el tiempo de producir efecto. Se pasó la mano por la frente, sonrió y dijo: Por lo demás, señores, no se llama Jenny Hawkins, sino Juana Baud. He conocido mucho á su madre... La señora de Campistrón se enfadó y repuso con una acritud que impresionó á su altisonante esposo: ¡Mira!

Su nueva amiga se encargó de modificar sus costumbres, y mi amante, con el ardor que ponía en todo, llegó á estar tan celosa de Juana Baud como hubiera podido estarlo de . Hasta entonces ni Marenval ni Tragomer habían hecho un gesto ni pronunciado una palabra y habían dejado hablar á Jacobo con la esperanza de coger algún indicio útil ó algún dato nuevo.

Un sencillo detalle antes de reanudar tu relación... ¿Cómo era esa Juana Baud? ¿Alta ó baja, rubia ó morena, de ojos azules ú oscuros? Haznos su retrato en lo posible. Cuando la conocí por primera vez en casa de Lea, era una encantadora muchacha de veinticinco años, de alta estatura, piel muy blanca, hombros, admirables, pelo negro y ojos grises.

Si Jenny Hawkins era Juana Baud, existía una sustitución de estado civil y Lea Peralli vivía con un nombre que no era el suyo. Pero, entonces, ¿quién era la muerta? Aquí Tragomer se estrellaba contra realidades abrumadoras. La mujer asesinada en la calle Marbeuf era Lea Peralli. Todo el mundo la reconoció y el mismo Jacobo no puso en duda su identidad.

Vi en su casa á Juana Baud que estaba preparada para acompañarme á Londres, y obtuve de ella que fuese á reunirse conmigo el día siguiente en el Havre. Y en seguida me fuí á almorzar con Sorege, el único de mis amigos á quien podía confiar mis desdichas y mi viaje. Su sorpresa pareció muy grande al saber que había yo llegado á tales extremos.

No le faltaba nada á tu Juana Baud. ¡Me repugna esa clase de mujeres! No es á solo. Probablemente Woreseff era también de tu opinión, porque abandonó repentinamente á Juana, la cual vivió durante un año de los restos de su lujo.

¡Vamos! joven viejo, un poco de indulgencia para los viejos jóvenes... Siga usted, Frecourt, estoy suspenso de sus labios. ¡Ah! querido amigo; si le divierten á usted las historias de aquel tiempo, las más asombrosas. No, dijo vivamente el barón; sigamos con Juana Baud; el asunto está empezado; acabémosle.

Y ahora será preciso que la Hawkins nos esplique por qué no tiene las facciones de Juana Baud, sino las de una persona que se supone haber sido muerta hace dos años, precisamente en el momento en que Juana Baud se alejaba de Inglaterra, cambiaba de nombre, se ocultaba de todos los que pudieran conocerla y se creaba una personalidad enteramente nueva. ¿Comprende usted ahora, Marenval?

. El color rubio á lo Ticiano de su pelo no era natural. Yo no la he conocido sino rubia, pero ella debía ser de color castaño oscuro... Se hacía rizar el pelo, mientras que el de Juana Baud era rizado naturalmente. Está bien, dijo Cristián. Puedes continuar. Se volvió hacia Marenval y añadió con un gesto de satisfacción: Ahora ya á qué atenerme.

No se separaron ya, y yo, distraído por mis ocupaciones, por mis apuros y por mis placeres, no podía imaginar lo que tenía de apasionado la ternura que se dedicaban las dos mujeres. Sorege fué el que me llamó la atención sobre ese asunto. Con su prudencia habitual y por medio de insinuaciones, despertó mis sospechas y me incitó á comprobarlas. Sorege parecía indignado contra ellas, echaba pestes contra tales vicios, que á me tenían sin cuidado, y al oirle se hubiera creído que era el amante de una de ellas. Le vi exasperado hasta tal punto, que le pregunté si estaba en relaciones con Juana Baud.

Palabra del Dia

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