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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Era que Gallardo, con la punta del estoque, echaba atrás, sobre el cuello del toro, los palos chamuscados de las banderillas que asomaban entre los cuernos. Luego de este arreglo para facilitar el golpe, la muchedumbre avanzó aún más sus cabezas, adivinando la misteriosa correspondencia que acababa de establecerse entre su voluntad y la del matador. «¡Ahora!», decían todos interiormente.

Pero en este momento de prueba definitiva «le faltó el corazón», como decían los aficionados. Clavaba las banderillas con aplomo, como un trabajador concienzudo y serio que cumple su deber; pero al entrar a matar, el instinto de conservación, más fuerte que su voluntad, le mantenía a gran distancia del toro, sin emplear las ventajas de su estatura y su fuerte brazo.

La pérdida de una fianza que había hecho por un pariente de Valencia, le puso fuera de , bufó y pateó como un toro cuando le clavan las banderillas, se llamó animal cien veces y tuvo la desfachatez de decir, en presencia de Llera, que su bondadoso corazón concluiría por arruinarle. La pérdida, en total, representaba unas veintidós mil pesetas.

Después, ensangrentadas la frente y las astas, se paseaba alrededor del circo en actitud de provocación y desafío, unas veces alzando soberbio la cabeza a las gradas, donde la gritería no cesaba un momento; otras, hacia los brillantes chulos, que pasaban delante de él, a manera de meteoros, clavándole las banderillas.

Ya sabes que a ciertos públicos no les gusta eso. El torero sólo debe torear. Pero quería mucho al banderillero, recordando su adhesión, que algunas veces había llegado hasta el sacrificio. Nada le importaba al Nacional que le silbasen cuando en toros peligrosos ponía las banderillas de cualquier modo, deseando acabar pronto. El no quería gloria, y únicamente toreaba por el jornal.

Aunque desconfiado, le he visto muchas veces torear con arte y en corto y meterse como Dios manda... Al que no puedo resistir es al Gordo. ¡En la vida le he visto medio aplomado, ni pinchar más que a paso de banderillas! Tampoco creo eso que usté dise: ar Gordo le pasa lo que a too nosotro; si er toro acude bien, güeno; si no tiene gana, malo. Y aluego ¿qué se pué esí de la muleta?

me enseñaste a sentir así, a querer paz..., a soñar..., a desear imposibles.... Aquí estoy tranquila..., y rezo a mi modo. No tengo fe, lo que se llama fe.... Pero quisiera tenerla. Los santos, todos esos, aquel San Roque, este San Sebastián con sus banderillas por todo el cuerpo..., aquel señor obispo..., San Isidoro..., todos me van entendiendo.

Miguel se detuvo frente a un par de banderillas simétricamente colocadas debajo de la espada y la muleta. La última vez que he estado aquí no tenías estas banderillas. Me las ha regalado, no hace más que ocho días, Marmita... ya sabes... Marmita dijo, volviendo el rostro que rebosaba de orgullo y satisfacción. , ... ya ... Marmita... cualquier bruto, vamos...

Al ver entrar a los dos hombres, el alumno bajó sus brazos armados de banderillas y la señora se arregló la falda y el florido sombrero. ¡Oh, cher maître!... Buenas tardes, mosiú; felices, madame dijo el maestro llevándose la mano al sombrero . A ve, mosiú, cómo va esa lición. Ya sabe lo que le he dicho.

Los viejos aficionados protestaban sordamente. ¡Monerías! ¡payasadas que no se hubieran tolerado en otros tiempos!... Pero tenían que callarse, abrumados por el griterío del público. Cuando sonó el toque de banderillas, la gente quedó en suspenso al ver que Gallardo quitaba sus palos al Nacional y con ellos se dirigía hacia la fiera.

Palabra del Dia

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