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Actualizado: 26 de mayo de 2025


, señor, lo niego replicó Beatriz levantándose con dignidad . Elisa, permite que me sirva de tu cupé; volverá dentro de veinte minutos. Pasó altivamente delante de Pierrepont, abrió la puerta del palco y entró en el salón de enfrente poniéndose su abrigo de pieles. La señora de Aymaret había venido a ayudarla; diéronse la mano y Beatriz se fue.

Ya procuraremos ayudarla a usted a acordarse. Mientras tanto, permanecerá usted a disposición de la justicia. La joven se marchó, alta la frente, impasible como había estado durante todo el interrogatorio, y Ferpierre, contemplándola mientras se alejaba, reflexionaba que por ese lado nada sabría.

Por algunos instantes no se oyó más que ¡viva Consuelo! ¡viva Consuelo! entre la muchedumbre frenética. No hay quien no quiera ayudarla y quien no la colme de flores y agasajos. El alférez atlético, con ademán caballeresco, pone una rodilla en tierra y la invita a que afiance el pie sobre su muslo. La intrépida joven no se hace de rogar y lo ejecuta, sentándose de un salto en la tabla.

Bajaron hasta la galería de la mina y allí cayeron. Plutón de pie, Demetria de espalda. Aquél quiso ayudarla á levantarse, pero ella se alzó bravamente en seguida y recogiendo precipitadamente la pequeña hoz que brillaba en el suelo porque la había dejado caer en su descenso, se alejó de él blandiendola con su mano crispada. Se hallaban casi en tinieblas.

Y ahogando los suspiros en la garganta y reprimiendo los sollozos que pugnaban por estallar, su naturaleza tranquila, razonable, valerosa, concluyó por triunfar. Empezó a sacar ropa de la cómoda y a colocarla esmeradamente en un baúl. En aquella operación se mostraba su carácter paciente y sólido. Mario la contemplaba con interés, trataba de ayudarla, pero lo hacía tan mal que renunció en seguida.

Inspirada por mi gratitud hacia vos y por mi odio hacia ella, fingí entrar por entero en sus proyectos; y prometí ayudarla sinceramente, libertarla, como decía ella, de vuestra cruel tiranía, que está envenenando su vida desde hace más de quince años.

Ya que aquel señor Maltrana era tan bueno, podía ayudarla en su pleito, la magna empresa de su vida y de la de todos los Vargas del Solar, el objetivo de sus ilusiones en las horas de recogimiento, la única petición que ingería en sus rezos por la felicidad de su hija y los nietecitos.

¡Oh y qué marejada hubo en casa de la Lage por espacio de una quincena! Entrevistas con el padre, cuchicheos de las hermanas entre , trasnochadas y madrugonas, batir de puertas, lloreras escondidas que denunciaban ojos como puños, trastornos en las horas de comer, conferencias con amigos sesudos, curiosidades de dueña oficiosa que apaga el ruido de su pisar para sorprender algo al abrigo de una cortina, todas las dramáticas menudencias que acompañan a un grave suceso doméstico.... Y como en provincia las paredes son de cristal, se murmuró en Santiago desaforadamente, glosando los escándalos ocurridos entre las señoritas de la Lage por causa del primo. Se acusó a Rita de haber insultado agriamente a su hermana porque le quitaba el novio, y a Carmen de ayudarla, porque Nucha reprendía su ventaneo. Se censuró a Nucha también por falsa e hipócrita. Se le royeron los zancajos a don Manuel, afirmando que había dicho en toda confianza a persona que lo repitió en toda intimidad: «El sobrino no me había de salir de aquí sin una de las chicas, y como se le antojó Nucha, hubo que dársela». Se aseguró que las hermanas no cruzaban ya palabra alguna en la mesa, y lo confirmó ver a Rita en paseo sola con Carmen delante, mientras el primo seguía detrás con don Manuel y Nucha.

«¡Se muere uno solo, completamente solo, los demás se quedan muy satisfechos en el mundo; ni por cumplido se ofrecen a morirse también!». Bonifacio, Sebastián, que tanto la había querido, según él decía, el tío Nepomuceno, todos se quedaban por acá, nadie hacía nada para ayudarla a no morir, nadie decía: «Pues ea, yo te acompaño». Emma era una atea perfecta.

Buscando estaba Roger el vado cuando vió venir por el lado opuesto á una pobre mujer cargada de años y achaques, que por dos veces trató inútilmente de poner el pie sobre una ancha piedra plana colocada en medio del arroyo. Roger la vió sentarse desalentada en el ribazo y cruzando el vado se le acercó y le ofreció ayudarla. Venid, buena mujer; el paso no es tan difícil como parece.

Palabra del Dia

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