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Actualizado: 26 de junio de 2025
La marquesa de Ujo vestía de turca y le sentaba tan bien, que, según Alcántara, apetecía soltarle un tiro. Su languidez era tanta aquella noche, que apenas tenía fuerzas para articular las palabras. A cada paso el ilustre general se veía en la necesidad de ayudarla en tan ímproba tarea.
Pez era de los amigos más constantes en aquella tribulación de la honrada familia. Una tarde que pudo hablar a solas con Rosalía en Gasparini, esta le dijo: «Entramos ahora en una época de dificultades, de la cual no sé cómo vamos a salir». A lo que D. Manuel contestó con un arranque quijotesco, ofreciéndose a ayudarla en todas aquellas dificultades, de cualquier clase que fuesen.
Vió que la reina era una víctima que luchaba, que estaba sola en la lucha, que era infeliz; comprendió que la reina era valiente, que había luchado, luchaba y lucharía, y que la lucha debía haberla procurado enemigos; vió en los ojos, en el semblante de la reina, la altiva tristeza de la dignidad hollada; comprendió cuánto debía sufrir aquella mártir coronada, unida á un rey casi nulo, sobre el que tenían una decidida, una incontrastable influencia palaciegos codiciosos, vanos, miserables, capaces de todo por sostenerse en el favor del rey, que era el medio para ellos de sostener su vanidad y sus rapiñas; fray Luis, por amor á la reina, fué enemigo de aquellos hombres, contrajo consigo mismo el grave compromiso de defender á la reina, de ayudarla, combatiendo á sus enemigos; y sin embargo, nada dijo á la reina, jamás una mirada suya torpe ó descuidada, pudo revelarla lo que por ella sentía el padre Aliaga.
Antes que el joven tenga tiempo de tenderle la mano para ayudarla, ella pasa, rápida como un lagarto, por entre las piedras del cerco. Ya estoy aquí dice arreglando con la mano los pliegues de su falda.
La gran escalinata criaba musgo entre sus peldaños, mientras por la escalera de los proveedores subían diariamente aquellos profesionales del «más allá», mal vestidos y de aspecto inquietante, que explotaban á la princesa, generosa como una reina lo que era , á cambio de ayudarla en el manejo del velador y de evocar fantasmas históricos que movían los tapices, hacían caer los cuadros de las paredes, cambiaban los sillones de sitio y cometían otras diabluras pueriles para hacer constar su muda presencia.
Este nombre tardó á resucitar en la memoria de ella más aún que los nombres anteriores. Robledo, para ayudarla, recordó el parque artificial improvisado en su honor á orillas del río Negro. Fué chic aquella fiesta, ¿no es cierto?... Otros hombres han hecho por mí cosas más caras; pero aquello resultó original... ¡Pobre capitán!
La sobrina se quejaba a don Antolín. No la hacían caso, la despreciaban; ya no venía ninguna mujer a ayudarla gratuitamente en sus faenas. La respondían insolentemente que la que necesitase criadas debía pagarlas. ¿En qué pensaba su tío? Ya era hora de imponer su autoridad, de meter en un puño a la gentuza.
Sin aliento yacía en tierra la víctima, recogiendo sus faldas y sacudiéndoles la tierra, tentándose en partes diversas para ver si tenía sangre, fractura o contusión grave, mientras la Sanguijuelera, respirando como un fuelle en plena actividad, arrojaba los vencedores pedazos de caña y alargaba su mano generosa a la víctima para ayudarla a levantarse.
El Gran Constantino sabía ya por su querido y admirado señor De Pas, quien la visitaba más a menudo ahora, que doña Ana deseaba ayudarla en sus santas labores y en la administración de tantas obras piadosas como ella dirigía y pagaba sabiamente. «¿Cuándo viene por acá ese ángel hermosísimo?» preguntaba el Obispo madre, en estilo de novena, cargado de superlativos abstractos.
Cuando ofrecía la mano a la Vizcondesa para ayudarla a subir, me dijo ésta: ¿Ve usted, señor, cómo con la religión y los buenos principios no hay matrimonios desproporcionados y rodeados de peligros?
Palabra del Dia
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