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Actualizado: 9 de junio de 2025


Las dos mujeres, arrodilladas al pie del hogar y cubiertas las cabezas, ponen más altos sus ayes. Alzaos del suelo y atended a mis huéspedes. Dadles a todos de comer y beber. Vosotros entrad calentaos al amor de la lumbre. ANDREÍ

Yo rompería con todo, si no fuera porque me será difícil encontrar colocación inmediatamente, y crea usted que un periodo de vacaciones me balda... Por no me importaría; pero a mi madre y a mi hermana no quiero hacerlas ayunar. El pobre pensador, mi ilustre cuñado, está mal de intereses, y si yo no tiro del carro, los ayes y lamentos pidiendo pan se han de oír en Algeciras.

Tiene los ojos llenos de lágrimas, y en la boca unos pliegues tentadores, y dentro de la remonísima garganta suenan unos ruidos, unos ayes, unas quejas subterráneas; parece que allá dentro se lamenta el amor siempre callado y en prisiones ¡qué yo! ¡Suspira de un modo, da unos abrazos a las almohadas! ¡Y se encoge con una pereza!

Yo creo que una mica, una borrachera de mil cosas, de ruido, de fatiga y hasta de vino... qué yo; ello es que está en la cama dando ayes y dice que allí no se acuesta nadie, que quiere dormir sola... yo me voy junto a ella; voy a poner mi cama al lado de la suya.... Buenas noches....

En la epopeya de la patria esclava, fuíste fuerza motriz, luz refulgente, formidable turbión, tempestad brava, que hízonos respirar el libre ambiente. Cuando pedía sangre nuestra aurora, y ayes de muerte hendían el espacio, armaste con tu idea salvadora el brazo vengador de Bonifacio...

Deseaba ver al señor Antonio Matacardillos, el dueño del ventorro del Grajo, situado en la carretera, cerca del cortijo; un bravo que de joven le había seguido en todas sus aventuras revolucionarias. Estaba enfermo del corazón, con las piernas hinchadas, casi imposibilitado de moverse, no pudiendo llegar a la puerta de su choza más que entre ayes y tropezones.

Yendo así por las desiertas calles, desiertas a causa de lo temprano de la hora, en que los rondadores han dejado ya la reja o la esquina, donde su amor han libado, o donde el rigor de su mala ventura han sufrido; cuando aún el perezoso sueño en el lecho retiene sabrosamente a todo el mondo antes de la tarea cotidiana, de repente le sorprendieron unos tristes ayes que al doblar una calleja le alcanzaron, y mirando al lugar de donde aquellos venían, vio que hacia él delantaban cuatro hermanos de la cofradía de la Paz y Caridad, que sobre sus hombros, en un medio ataúd, llevaban el cuerpo difunto de una mujer, que para sus desposorios con la muerte había sido vestida con el humilde hábito de San Francisco, y detrás venía, abatida la cabeza, mal cubierta con un manto de usada sarga y humildemente vestida, una mujer, que era la que los inarticulados ayes daba.

De paz y de esplendor, , porque los ayes de agonía de los humildes mártires cristianos no turbarán su sosiego, ni su inocente sangre copiosamente derramada mancillará á los ojos de la divertida corte mahometana los timbres y blasones del monarca. ¿No le proporciona este paz y riquezas para disfrutar las comodidades y placeres de la vida?

El canto se acabó con un profundo suspiro, y los dos, con atención, volvieron a esperar si más se cantaba; pero, viendo que la música se había vuelto en sollozos y en lastimeros ayes, acordaron de saber quién era el triste, tan estremado en la voz como doloroso en los gemidos; y no anduvieron mucho, cuando, al volver de una punta de una peña, vieron a un hombre del mismo talle y figura que Sancho Panza les había pintado cuando les contó el cuento de Cardenio; el cual hombre, cuando los vio, sin sobresaltarse, estuvo quedo, con la cabeza inclinada sobre el pecho a guisa de hombre pensativo, sin alzar los ojos a mirarlos más de la vez primera, cuando de improviso llegaron.

Llévale la cascarilla a mi madre... dile que me duele la cabeza... no le digas la verdá, por el alma de quien más quieras.... que no se hará ella de cargo.... Amparo se quedó algo tranquila: sólo a veces un dolor lento y sordo la obligaba a incorporarse apoyándose sobre el codo, exhalando reprimidos ayes. Ana corría, corría, sin cuidarse de la lluvia, hacia la ciudad.

Palabra del Dia

cabalgaría

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