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Actualizado: 9 de junio de 2025
Madrid, 1882; un tomo, 5 pesetas en Madrid y 5,50 en provincias. Encuadernadas a la inglesa con una elegante plancha, 1,50 pesetas más. Poesías y fábulas: quinta edición. Contiene: Ternezas y flores. Ayes del alma. Un tomo, 8.º mayor, 4 y 4,50 pesetas. El drama universal: poema en ocho jornadas; primera edición de gran lujo, 8 y 9 pesetas. Idem; tercera edición, 3 y 3,50 pesetas.
Fíjate, mujer solía decirle . Ayer estabas bastante aliviada, pero hoy te encuentro mucho peor. ¡Qué quiere usted, mamá! Debe de ser el mareo... El acento es uno de los grandes encantos de Galicia. Cuando yo llegué, los primeros amigos a quienes vi prorrumpieron en ayes lastimeros. ¡Fulaniño! me decían . Vendrás muy cansadiño. ¡Pobriño!...
Cuando se retiró estaba embriagada de todo menos de vino, porque apenas lo probara, embriagada de luz, de ruido, de placer, de sorpresa, de polvo, de gentío, de pitazos, de coches, de ayes de mendigos, de pregones, de blasfemias, de vanidad, de agua del Santo.
Extraña agitacion, tristes clamores En el palacio de Felipe cunden, Que por el claustro y poblacion á un tiempo Con angustiados ayes se difunden; esa fuerza de voluntad, repito, necesita dos condiciones ó mas bien resulta de la accion combinada de dos causas; una idea, y un sentimiento. Una idea clara, viva, fija, poderosa, que observa el entendimiento, ocupándole todo, llenándole todo.
La infeliz tarasca viciosa, con estos cuidados y las ternezas de doña Guillermina, y más aún, con la proximidad de la muerte, estaba que parecía otra, curada de sus maldades y arrepentida en toda la extensión de la palabra, diciendo que se quería morir lo más católicamente posible, y pidiendo perdón a todos con unos ayes y una religiosidad tan fervientes que partían el corazón. «Te digo que si esto es verdad, habrá que alquilar balcones para verla morir.
9 Y tenían corazas como corazas de hierro; y el estruendo de sus alas, como el ruido de carros, que con muchos caballos corren a la batalla. 10 Y tenían colas semejantes a las de los escorpiones, y tenían en sus colas aguijones, y su potestad era de hacer daño a los hombres cinco meses. 12 El primer ¡Ay! es pasado; he aquí, vienen aún dos ayes después de estas cosas.
Algunos ayes lastimeros se deslizaron entre el vocerío. Después sólo se veía una masa de gente en lúgubre cerco silencioso mirando al suelo. Tablas había tomado otra dirección. Por un momento el populacho se dividió. Los girones de aquella nube negra vagaron un rato por las calles de los Estudios, Toledo, plazuelas de San Millán y de la Cebada. Gran confusión reinaba.
Poco tiempo iba transcurrido desde la severa reprimenda, cuando una tarde, mientras Julián leía tranquilamente la Guía de Pecadores, sintió entrar a Sabel y notó, sin levantar la cabeza, que algo arreglaba en el cuarto. De pronto oyó un golpe, como caída de persona contra algún mueble, y vio a la moza recostada en la cama, despidiendo lastimeros ayes y hondos suspiros.
No se omite medio para infundir admiración, horror y lástima: el heroísmo y la generosidad de los habitantes, los ayes de los niños hambrientos, la desesperación de las madres, los funestos presagios de los sacrificios, la resurrección de un muerto por la fuerza de los encantos y sus tristes profecías, juntamente con la catástrofe final, en que un pueblo entero se sepulta bajo las humeantes ruinas de su patria, forman un cuadro patético y verdaderamente trágico.
Sabel se incorporaba ayudada por el capellán, gimiendo y exhalando entrecortados ayes.
Palabra del Dia
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