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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Al descubrirle se apretó contra el ciego, lanzando á su antiguo amante una mirada de súplica, de desesperación, implorando misericordia... ¡Ay, esta mirada!
Aún veo vuestros ojos brillantes de dicha, aún veo vuestros labios de coral plegados por una sonrisa divina. Mis manos infantiles batieron las palmas y grité con toda la fuerza de mi pecho: «¡Vivan los novios! ¡Adiós!» me dijisteis enviándome un beso. Y partisteis. ¡Ay, pluguiera al cielo que no dierais un paso más!
¡Ay! Pongan una mano sobre los latidos de su corazon, y que respondan una vez: ¿es eso justo? Todo lo dan: ¿han de dar hasta la honra, como la madre que falta de alimento, da al hijo sus lágrimas? ¿Pero por qué hay hombres que propagan ideas mayores que su siglo ó su pueblo?
Carlos había recibido varias cartas y parecía vivamente preocupado; a pesar de la reserva que me había impuesto, me atreví a interrogarle. »¡Ay! me dijo: ¡tiene usted razón, ha adivinado lo que pasa en mi alma; experimento un gran sentimiento! ¡Es necesario que la deje, Juanita! Que me ausente por un mes. Todo un mes sin verla, ¿comprende ahora mi dolor?
La que escogí para ser mi compañera es de tal condición... en fin, excuso de hacer su elogio, porque usted la conoce... a eso voy, Sr. D. Salvador. Ella estuvo en un tiempo bajo el amparo y protección de usted; usted le escribía desde Francia. ¡Ay! Cuando estuvo mala, le nombró a usted en sus delirios.
Concluida esta filípica, fuíme en busca de mi Sans-délai. Me marcho, señor Fígaro me dijo; en este país no hay tiempo para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable. ¡Ay! mi amigo le dije, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia: mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven. ¿Es posible? ¿Nunca me habéis de creer?
Oh sí, estuve loca seguía Anita espantada todavía estuve loca una hora... ¿qué hora? un siglo.... Ya no pedía más que salud, reposo... la conciencia clara de mí misma.... Pero, ¡ay, no! Dios, mi Dios querido... yo... todo, todos desaparecíamos. ¡Todo era polvo allá dentro! Y los ojos de Ana fijos en el espanto, veían sobre la alfombra una imagen confusa del recuerdo formidable.... De Pas callaba.
Jamás había visto el cielo tan diáfano ni el campo tan hermoso, jamás percibí tan grato el aroma de las flores ni oí más suave las notas del ruiseñor, jamás sentí mi cuerpo tan vigoroso y mi espíritu más lúcido. Pero ¡ay! el hombre es siempre un niño que persigue mariposas al borde de un abismo.
¿Y de qué sirve ¡ay, patria! triste, desventurada, que sea límpido y puro tu cielo de zafir, que tu luna se ostente con luz más argentada, de que sirve, si en tanto lloras esclavizada, si cuatro siglos hace que llevas de sufrir?
Venga la peseta. Tome usted la peseta. Otra para el papel del recibo..., porque no te pienses que te los voy a dar sin recibo. ¿Otra peseta?... Ahí va. Váyase usted pronto. ¡Ay!, ¡qué día está! dijo Isidora mirando con tristeza al balcón, cuyos cristales, azotados por la lluvia, sonaban con estrépito de perdigonada. ¡Si fueran monedas de cinco duros...! Voy a dar un beso a Riquín.
Palabra del Dia
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