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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Diónos audiencia el miércoles inmediato, y ¡qué fatalidad! el expediente había pasado a informe por desgracia a la única persona enemiga irreconciliable de M. Sans-délai y de su plan, porque era quien debía salir en él perjudicado. Vivió el expediente dos meses en informe, y vino tan informado como era de esperar.

Mirad le dije, monsieur Sans-délai que así se llamaba; vos venís decidido a pasar quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos. Ciertamente me contestó. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis ascendientes, y por la noche ya quién soy.

Concluida esta filípica, fuíme en busca de mi Sans-délai. Me marcho, señor Fígaro me dijo; en este país no hay tiempo para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable. ¡Ay! mi amigo le dije, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia: mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven. ¿Es posible? ¿Nunca me habéis de creer?

Sans-délai le dije entre socarrón y formal, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid. ¿Cómo? Dentro de quince meses estáis aquí todavía. ¿Os burláis? No por cierto. ¿No me podré marchar cuando quiera? ¡Cierto que la idea es graciosa! Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.

Conocí que no estaba el señor de Sans-délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en hablar por .

Sus conocidos y amigos no le asistían a una sola cita, ni avisaban cuando faltaban, ni respondían a sus esquelas. ¡Qué formalidad y qué exactitud! ¿Qué os parece de esta tierra, monsieur Sans-délai? le dije al llegar a estas pruebas. Me parece que son hombres singulares... Pues así son todos. No comerán por no llevar la comida a la boca.

Por último, después de cerca de medio año de subir y bajar, y estar a la firma, o al informe, o a la aprobación, o al despacho, o debajo de la mesa, y de volver siempre mañana, salió con una noticia al margen, que decía: «A pesar de la justicia y utilidad del plan del exponente, negado». ¡Ah, ah! M. de Sans-délai exclamé riéndome a carcajadas: este es nuestro negocio.

¡Voto va! dije yo a monsieur Sans-délai; ¿sabéis que nuestro expediente se ha quedado en el aire como el alma de Garibay, y que debe de estar ahora posado como una paloma sobre algún tejado de esta activa población? Hubo que hacer otro. ¡Vuelta a los empeños! ¡Vuelta a la prisa! ¡Qué delirio! Es indispensable dijo el oficial con voz campanuda, que esas cosas vayan por sus trámites regulares.

Al llegar aquí monsieur Sans-délai, traté de reprimir una carcajada que me andaba retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suave sonrisa de asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi grado. Permitidme Mr.

Pero monsieur de Sans-délai se daba a todos los oficinistas, que es como si dijéramos a todos los diablos. ¿Pues para esto he echado yo mi viaje tan largo? ¿Después de seis meses no habré conseguido sino que me digan en todas partes diariamente: Vuelva usted mañana, y cuando este dichoso mañana llega, en fin, nos dicen redondamente que no? ¿Y vengo a darles dinero? ¿Y vengo a hacerles favor?

Palabra del Dia

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