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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Tres estudiantes aparecieron a alguna distancia. Krilov los miró con ojos espantados y se alejó a toda prisa. En cuanto llegó, en su carrera, a cierta callejuela angosta y tortuosa, se detuvo. ¿Iba a huir de todos los estudiantes de la ciudad? Además, sus perseguidores sólo eran dos. Volvió sobre sus pasos y no tardó en encontrarse de nuevo en la avenida.
Necesito aire. Pasearon por la avenida orlada de rosales y transcurrieron algunos minutos, sin que se cruzara entre los dos una palabra. Leonora se mostraba pensativa, con las cejas contraídas y los labios apretados, como si sufriera la mordedura de penosos recuerdos.
Debió ser Juan de Albret, marido de la reina Catalina hermana de Francisco Febo. En 15 de Febrero de este año hízose entrega por los moriscos de esta ciudad de la mezquita de la Morería al Adarvejo, cumpliendo el mandato de los Reyes Católicos; siendo asistente el Conde de Cifuentes. Hubo una avenida tan grande del Guadalquivir que rompió la puente.
Al fin de la Avenida Nueva hay una casa en el centro de extenso jardín. La casa tiene un pórtico con la estatua de una ninfa en el centro. El jardín está rodeado de una tapia y en ésta, por la parte de atrás de la casa, hay una puertecilla. Si el Rey entra por ella solo a la media noche de hoy, verá un cenador a veinte varas de la puerta.
Pasó por una avenida del parque, casi saltando, con la toca revoloteante y moviendo bajo la blanca falda el ágil compás de sus piernas enjutas. Llevaba en las manos pálidas y transparentes un paquete de ropas. Su nariz y sus orejas brillaban con una claridad de vidrio sonrosado bajo la luz del sol. Parecía un cuerpo diáfano, con la transparencia malsana de la miseria física.
Y así ha completado su educación, que no deja nada que desear. Yo había pensado, si se casara con esa niña, regalarles «Los Chajales», un campo de veinte leguas, con quince mil vacas; esto para sus gastos, aunque no gastarían nada, porque yo desearía que vivieran conmigo, en mi palacio de la Avenida Quintana, pues no quisiera que mi nieto saliera de mi casa.
A las cuatro, cuando se hizo salir un rato a los enfermos a tomar el aire, las avenidas estaban completamente secas, el suelo parecía de piedra y las hojas caídas crujían bajo las pisadas. El doctor, Pomerantzev y Petrov se paseaban a lo largo de la avenida.
El ruido de los pasos rápidos del asesino, al escapar por la sombría avenida en dirección al camino, sacome del desaliento en que estaba y me produjo una viva sensación de mi responsabilidad en presencia de aquello, y en el acto me quité el sobretodo y el saco, parándome después a mirar lleno de ansiedad la negra obscuridad de debajo del puente.
Al instante mismo Fabrice oía un gemido, y Beatriz, saliendo de las sombras, se echó a sus plantas, sobre la arena de la avenida. ¡Te suplico, Beatriz! le dijo en tono de dulce reproche procurando levantarla. ¡Ah! exclamó la sin ventura a través de sus lágrimas , ¡el Cristo perdonó!
Llevaba un mes confinado en la casa y necesitaba respirar el aire libre. »Al llegar al bosque y cruzar la Avenida de Madrid, vino a mi mente el recuerdo de un paseo que hace tres meses hice en circunstancias bien distintas. Pisaba yo aquel día el umbral de la felicidad, mientras que hoy me encuentro al borde de la desesperación más profunda.
Palabra del Dia
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