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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Avanzaba tímidamente, al amparo de la ancha faja de obscuridad que proyectaban los naranjos, casi arrastrándose, como un ladrón que teme caer en una emboscada. Salió a la avenida cerca de la plazoleta, y cuando entró en ella experimentó una impresión de sorpresa al ver la puerta entreabierta, al mismo tiempo que cerca de él sonaba un grito.
Era lo mismo: la calle transversal estaba tan frecuentada como la avenida. ¡Pero el cuidado que le daban á ella los curiosos!... Con vehemencia, le echó los brazos al cuello, ciega é insensible para todo lo que no fuese él. Toma... toma. Plantó en su cara dos besos violentos, sonoros, agresivos.
Y cuando la noche ya avanza de estrellas al vago tremer, al fin de la oscura avenida un lánguido rayo se ve, fulgor diamantino que anuncia de fúnebre velo al través, que emerge de nube fantástica la Luna, la blanca Astarté. Y yo dije a mi alma: «Más que Diana ardiente, aquella misteriosa Luna rueda al través de un éter de suspiros; lágrimas de su faz una por una caen donde el gusano nunca muere.
En casa de Mirbeau los colores verde-claro y amarillo del mobiliario evocan las alegrías del campo y del sol; desde los balcones, abiertos sobre la Avenida del Boulogne, se ve un gran trozo del Bosque.
Adriana ignoraba que aquella su madre, tan aprensiva, tan apocada, tan sin alma, no era sino una sombra de la antigua mujer. Ese día, a la hora de la siesta, se llegó paso a paso por la avenida de eucaliptos, húmeda y cubierta de hojas secas, a sentarse en el palo transversal de la tranquera.
En la parte baja del jardín una espaciosa avenida rectilínea, bordeada de arrayanes entrelazados, parecía por su grandioso estilo ser el resto de un parque de cualquier antiguo castillo, y un camino público, profundamente encajonado, corría por de fuera.
Brillante era el golpe de vista al pasar la cabalgata por la Avenida Central y también en la gran plaza donde se alzaba el palacio regio. Allí me encontraba rodeado de mis más adictos partidarios.
Este relato hubo de repetirlo el bueno del portero en obsequio al conde, añadiendo finalmente que el señor de Auvray y su acompañante habían tomado un simón, y que él les oyó dar esta orden al auriga: ¡Volando al Bosque de Bolonia... avenida de la Muette! El conde no quiso saber más; repitió estas señas a su cochero y partieron al galope.
Y toda esa revolución continuó Maltrana la han hecho y la siguen haciendo los apóstoles misteriosos de mi dios; esos magos que se ocultan en un despacho austero de la City de Londres, en un piso vigésimo de Nueva York o en cualquier avenida elegante de París o Berlín. ¡El dinero! exclamó Ojeda con despectiva expresión . El dinero no es más que un medio, y ha existido siempre.
Subía la avenida del parque lentamente, abstraída, cuando sintió caminar a alguien detrás de ella. Maquinalmente se dio vuelta y no pudo reprimir una exclamación de sorpresa al apercibir a Huberto. ¿Usted? Sí, todavía yo.
Palabra del Dia
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