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Actualizado: 31 de octubre de 2025
Eugenia estaba encantadora: llevaba un vestido de tul bordado, un velo de raso blanco, una guirnalda de lirios y rosas blancas y un ramo de las mismas flores; estaba verdaderamente hermosa. Su marido, que tiene una arrogante figura, iba radiante de satisfacción.
Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato, como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena pasada: ¿Has oído? Vais a tener muchos disgustos.
Así es que se quedaron voladas al encontrarse con un arrogante mozo, que les decía campechanamente: ¿A que nadie me conoce aquí? Sintieron impulsos de echar a correr; pero la tercera, la menos linda de todas, frisando al parecer en los veinte años, murmuró: De fijo que es el primo Perucho Moscoso. ¡Bravo! exclamó don Pedro . ¡Aquí está la más lista de la familia!
-Poeta, bien podrá ser -respondió don Lorenzo-, pero grande, ni por pensamiento. Verdad es que yo soy algún tanto aficionado a la poesía y a leer los buenos poetas, pero no de manera que se me pueda dar el nombre de grande que mi padre dice. -No me parece mal esa humildad -respondió don Quijote-, porque no hay poeta que no sea arrogante y piense de sí que es el mayor poeta del mundo.
Joven dijo, basta ya de cabalgar solo o poco menos, por estos alrededores. No puede usted volver a hacerlo, sin que le acompañemos media docena de nosotros. ¿Sabe usted lo que le ha pasado a Berstein? El caballero de este nombre, uno de los de mi séquito, era un arrogante mozo, casi tan alto como yo, y de caballo muy parecido al mío.
D. Prisco se dejó caer de rodillas á su lado, para recoger su último aliento y enviarlo á Dios con el perdón de sus pecados. El capitán, teniendo á su hija desmayada entre los brazos, lloraba como un niño. En aquel momento, el noble hidalgo D. César de las Matas de Arbín se irguió arrogante en medio del campo.
Nací desdichado al mundo De la casta abencerraje, Y por que sepas la suya, Escucha, ansí Dios te guarde: Hubo en Granada otro tiempo Este famoso linaje, En la paz gallardo y sabio, Y en las armas arrogante. Del Consejo eran del Rey Los ya viejos venerables, Los mozos seguían la Corte, O en la guerra, capitanes.
He procurado morir en mí para vivir en el objeto amado; desnudar, no ya sólo los sentidos, sino hasta las potencias de mi alma, de afectos del mundo y de figuras y de imágenes, para poder decir con razón que no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí. Tal vez, de seguro, he pecado de arrogante y de confiado, y Dios ha querido castigarme.
Eran animales de nerviosa viveza, fuertes y robustos, hasta el punto de hacer temblar el suelo, levantando una nubecilla bajo sus patas; el pelo fino y brillante como el de un caballo de lujo, los ojos encendidos, el cuello ancho y arrogante, cortas las patas, delgada y fina la cola, los cuernos sutiles, puntiagudos y limpios, cual si los hubiese trabajado un artífice, y la pezuña redonda y diminuta, pero tan dura, que cortaba la hierba como si fuese de acero.
Y tú, me parece que estás algo ido, porque cuidado que has dicho disparates. Cállate la boca, estúpido... dijo Nicolás, sulfurándose. ¿Sabes lo que te digo? gritó Juan Pablo, alzando arrogante la voz , que a mí no se me manda callar, ¿estamos? He tenido el honor de decirle cuatro frescas al obispo de Persépolis, y quien no teme a las sotanas moradas, ¿qué miedo ha de tener a las negras?...
Palabra del Dia
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