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Actualizado: 6 de julio de 2025
La calle estaba gris y solitaria; pero un instante después, viniendo del lado de Mediodía, aparecieron dos lacayos, con la librea amarilla y azul de los Blázquez, en seguida un alto escudero con traje de grana y botas de camino, y, por último, en silla de manos, Beatriz. Doña Alvarez, la dueña, caminaba detrás, golpeando las losas con el báculo.
Por más que hice para hacerlos comprender que la operación que había yo llevado a cabo era en realidad muy sencilla, se obstinaron en traerme, casi a la fuerza, a este palacio, en donde tienen su morada los hombres más eminentes de la tierra... En efecto, vea usted: aquel caballero del sombrero alto y la corbata amarilla es el Gran Khan de la China; el otro, que se pasea con las manos detrás de la espalda, es López, el famoso ingeniero López, quien logró construir el puente entre la tierra y el sol, obra reputada durante mucho tiempo como impracticable.
"Por Dios que murió en esta Soberano, Me dice, ya me val, pues te obligaba El ser tu mi Señor Arcediano." Diciendo estas razones se me llega, Y al caballo y estribo se me pega. Aqueste en la Asumpcion habia servido A Bartolomé Barco de Amarilla; Despues con otros indios se ha huido Al Obera siguiendo y su cuadrilla; Y viendose en peligro, ya vencido, A mi lado se pega y á la silla.
Y cuidado, que no soy yo el que niega á un criado, ni á nadie, el derecho que tiene de emplear su dinero como mejor lo entienda, comprándose frac verde ó azul, y una corbata negra ó amarilla.
En el suelo, sobre un colchón flaco, cubierto de pedazos de bayeta amarilla y de jirones de mantas morellanas, yacía la niña enferma, como de seis años, el rostro lívido, los puños cerrados en la boca. «Lo que tiene esta criatura es hambre dijo Benina, que habiéndola tocado en la frente y manos, la encontró fría como el mármol.
Antes de que la señora directora haya tenido tiempo de manifestar su opinión, otra señora de cierta edad se precipita en la estancia como un tanque; es la señora Labron, que anuncia la cuarentena tan verídicamente como si tuviera la fiebre amarilla a su lado.
Así andan las cosas de España; luego, hambre y más hambre... todo tan caro... la fiebre amarilla asolando a Andalucía... Está esto bonito, sí, señor... Y de ello tienen ustedes la culpa continuó engrosando la voz y poniéndose muy encarnada , sí señor, ustedes que ofenden a Dios matando tanta gente; ustedes, que si en vez de meterse en esos endiablados barcos, se fueran a la iglesia a rezar el rosario, no andaría Patillas tan suelto por España haciendo diabluras.
Era una gran pieza larga y antigua, donde ardía un brillante fuego, y las lámparas estaban suavemente sombreadas con pantallas de seda amarilla. De un extremo a otro se veían las hileras de libros con sus lomos grises, los que probablemente hacía medio siglo que no habían sido tocados.
Llamole por su nombre verdadero Feijoo, y acercose el otro a la mesa, inclinando, para ver quién le llamaba, su cara amarilla, requemada por el sol de Cuba y Filipinas. Se reconocieron. Villaamil, invitado por su amigo, dobló su esqueleto para sentarse, y tomó café... con más leche que café... «¡Ah!, ¿buscaba usted a Juan Pablo? Pues del salto se ha ido al café de Zaragoza.
Durante veintiocho meses de permanencia en la colonia, se defendió valerosamente contra los moros y contra la fiebre amarilla; después pidió un permiso para casarse en París. Era rico, gracias a la indemnización que le habían dado, y dobló su fortuna al casarse con la hermosa Margarita de Bisson que poseía sesenta mil francos de renta.
Palabra del Dia
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