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Actualizado: 6 de junio de 2025
Mala muerte va usted á tener, condenado de Dios, si no se enmienda.» Y Torquemada arrojó sobre ella una mirada que resultaba enteramente amarilla, por ser en él de este color lo que en los demás humanos ojos es blanco, y le respondió de esta manera: «Yo hago lo que me da mi santísima gana, so mamarracho, vieja más vieja que la Biblia.
Muy hermosos, en verdad, sobrina respondió la señora Osgood, acentuando ligeramente el tono ceremonioso que usaba de ordinario. Siempre había considerado a su sobrina Priscila como demasiado ordinaria. Me veo obligada a usar el mismo traje que Nancy, aunque tengo cinco años más que ella, y eso me hace parecer amarilla.
No miras como el humo se apresura A caminar al lado del Poniente, Y la amarilla llama mal sigura Sus puntas encamina acia el Oriente? Desdichada señal, señal notoria Que nuestro mal y daño está presente. Aunque lleven Romanos la victoria De nuestra muerte, en humo ha de tornarse Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria.
Tenía en las manos el rosario y vagaba aún en sus labios su pura sonrisa de niño; sobre su frente, amarilla como el marfil antiguo, un nimbo de cabellos blancos realzaba el tipo más peregrino de belleza moral que puede fingirse el hombre: la inocencia con la cabeza blanca...
Pero, ¿en qué parte del cerebro reside el foco de la actividad intelectual? se pregunta el orador. En su concepto, esta actividad tiene su centro en la «sustancia gris, parda o amarilla», y en modo alguno en la «sustancia blanca», que no es más que la conductora de tal actividad.
En una de esas tiendas no encontrareis sino encajes y bordados primorosos de produccion nacional, ó sombreros muy finos y elegantes de paja blanca ó amarilla, ó canastillas de obras de arte.
No se veía por ninguna parte un libro. Papá, aquí está el señor Sanjurjo. Voy allá respondieron de la alcoba. Y a los pocos instantes, levantando el portier de seda encarnada con greca amarilla, se presentó el conde a medio vestir aún, con un batín de color gris y vivos azules, y pañuelo blanco de seda cubriendo mal la desnuda garganta.
De la bruma matinal surgieron lentamente los edificios, humedecidos y relucientes por el lavado de la lluvia; el suelo fangoso con grandes charcos; los desmontes de tierra amarilla con manchas de vegetación en las hondonadas. El cementerio de San Martín mostró sobre una altura su romántica aglomeración de rectos cipreses.
Tenía la piel amarilla, los pómulos salientes, los ojos oblicuos y los labios algo pronunciados. Llevaba la cabeza rapada y adornada con la larga trenza que usan todos los súbditos del Imperio Celeste.
Pero probablemente yo no lo hubiera sabido. Señor Francisco, no hablemos de cosas pasadas. Es que las cosas pasadas traen las presentes... ¡qué suerte la mía! yo me voy á morir, tío Manolillo. ¡Calla! ¿quién es ese que llama á la puerta de esta casa y que viene cargado con un cestón? ¿No veis que tiene librea? Sí por cierto. ¿Amarilla y encarnada?
Palabra del Dia
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