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En Villavieja apenas se conocía ese lujo ni aun en las casas más pudientes: el maderaje descubierto, con un par de lechadas o dos manos de una tierra amarilla que abundaba en un covachón de la sierra. La vivienda de las Escribanas era mucho mayor y hasta mucho más vieja. Se entraba por un portal obscuro, con gallinero y todos sus accesorios y consecuencias.

Era hija de un Blanes el único pobre de la familia que mandaba los buques de sus parientes y había muerto de la fiebre amarilla en un puerto de la América central.

No habrían transcurrido cinco minutos cuando Barbacana, que por detrás de los visillos registraba el teatro del combate, sonrió silenciosamente, o más bien regañó los labios, descubriendo la amarilla dentadura, y apretó con nerviosa violencia la barandilla de la ventana.

Entro; todos permanecen inmóviles y atentos... Desde su sitio, Sid'Omar me saluda con su más encantadora sonrisa, y me invita con la mano a sentarme junto a él, en un gran almohadón de seda amarilla; después, con un dedo en los labios, me aconseja que escuche. El caso es el siguiente.

No por Dios, señor mío, exclamó Margarita, poniéndose como la cera amarilla, que hartas desventuras he sufrido ya y el valor me falta, y si yo os perdiese, no podría resistir ni un punto, y ahogaríame la pena; que mirad que ese hombre es tal que no hay valiente ni diestro con quien se mida a quien no hiera o mate; y ved no hagáis que la despiadada punta que a vos os corte la vida a al corazón me llegue, y en la tumba me arroje desesperada.

Bien decía yo que no había de faltar. ¡Eh!, muchachos, aquí lo tenéis. Todo el grupo rodeó en un momento á Lázaro. Es el que habló anoche. ¡Bien por el pico de oro! dijo uno, agitando su gorra. Que venga con nosotros; nombrémosle capitán dijo Tres Pesetas, que se había erigido en alférez y llevaba una cinta amarilla en la manga.

Se vistió alegremente, con una excitación nerviosa que parecía aumentar el vigor de sus brazos y sus piernas. ¡Qué gozo poder correr por la arena amarilla, asombrando con sus gallardías y atrevimientos a una docena de miles de espectadores!... Su arte solo era verdad: lo que proporciona entusiasmos de muchedumbres y dinero a granel.

Los españoles, por ejemplo, estuvieron establecidos largo tiempo en las islas Malvinas, antes que nacion alguna de Europa tuviese noticia de ello. Los bosques de sus inmediaciones se componen del mismo género de árboles que ya se ha descripto, á excepcion de uno que los indios tienen por sagrado; el cual produce una goma de la misma consistencia y color que nuestra cera amarilla.

Amarilla, amarilla... ¡Naranjas, rediós! aulló el pillastre y dio un tirón al pañuelo, preparándose a emprenderla a latigazos con sus compañeros. ¡Que me arrancas el brazo, bruto, y que no es eso!... Los demás pilletes ya se habían puesto en salvo y corrían por la carretera y el Espolón. ¡Venir! ¡venir! que no es eso... gritó la madre.

A falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si ahora descarnada y amarilla.