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Actualizado: 12 de junio de 2025
Y su papá le está hablando: «¿Nené, no te dije que no tocaras ese libro? ¿Nené, tú no sabes que ese libro no es mío, y que vale mucho dinero, mucho? ¿Nené, tú no sabes que para pagar ese libro voy a tener que trabajar un año?» Nené, blanca como el papel, se alzó del suelo, con la cabecita caída, y se abrazó a las rodillas de su papá: «Mi papá», dijo Nené «¡mi papá de mi corazón! ¡Enojé a mi papá bueno! ¡Soy mala niña! ¡Ya no voy a poder ir cuando me muera a la estrella azul!»
Incorporose en el suelo, y viendo a Obdulia tendida a su lado en camisa y con una parte del cuerpo descubierta, sintió un fuerte estremecimiento de vergüenza y se alzó como movido por un resorte. Y pensando con horror que podía llegar el ama en aquel momento, se apresuró a tomar a la joven entre sus brazos para trasportarla a la cama.
Quitó la almohada, quedándose con las rótulas apoyadas en el santo suelo; alzó los ojos, buscando a Dios más allá de las estampas y de las vigas del techo; y abriendo los brazos en cruz, comenzó a orar fervorosamente en tal postura. El ambiente se volvió glacial; una tenue claridad, más lívida y opaca que la de la luna, asomó por detrás de la montaña.
El Padre Ambrosio alzó un pico del lienzo, hasta descubrir la boca del que allí reposaba, e introduciendo en aquella boca el agudo extremo de un pequeño embudo, vertió por él algunas gotas del líquido contenido en un pomo que llevaba en la mano. La visión se disipó enseguida, como las figuras de una linterna mágica o de un cinematógrafo.
Ni para enfadarme ni para desenfadarme le pido a usted permiso... Por lo demás, me acomoda mejor hacerle a usted esa advertencia de palabra. No quiero que usted ponga los pies en mi casa. ¿Se ha enterado usted? El marquesito alzó los hombros con desdén. Lo mismo usted que su casa me tienen sin cuidado.
Aquella pequeña y tersa frente de estatua griega sentía su sombra y se obscurecía. Elena dejó escapar un suspiro, apartó sus ojos extáticos del horizonte y se alzó del asiento. Miró el reloj de la chimenea: eran las once. Tomó el quitasol y bajó al parque.
A cuyas palabras abrió los ojos Sancho, y alzó la cabeza (que inclinada tenía, pensando en la desgracia de su paseo), y, mirando al peregrino, conoció ser el mismo Ricote que topó el día que salió de su gobierno, y confirmóse que aquélla era su hija, la cual, ya desatada, abrazó a su padre, mezclando sus lágrimas con las suyas; el cual dijo al general y al virrey:
Allí fué que en otros tiempos Sobre el indio fugitivo, Llegó el español altivo Y alzó la gigante cruz. Quién atronando su orilla Con acento furibundo, Turba el silencio profundo Que reina en la soledad? Por una parte, un gran pueblo Que sus derechos reclama; Por otra, turba que infama Á Dios y la humanidad.
Toribión de Lorío empalideció también; pero reponiéndose presto se lanzó sobre su rival soltando espumarajos de cólera. Alzó su garrote enorme como una tranca que sólo él era capaz de manejar y lo descargó con tal ímpetu sobre la cabeza de Nolo que se la hubiera partido si éste no hubiera evitado el golpe esquivando el cuerpo.
D.ª Carolina se alzó del sofá y dio tres o cuatro pasos. ¡Si supieran ustedes cuánto lo temo! dijo parándose. No lo puedo remediar; siempre que voy a decir algo importante a Pantaleón, me sucede lo mismo, me pongo temblorosa; toda me aturrullo... Mire usted cómo me tiembla la mano, Costa. Mario apretó la mano de su futura suegra, pero no pudo comprobar el temblor.
Palabra del Dia
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