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Actualizado: 11 de junio de 2025


¿Y á qué has llevado á la cocina á ese tunante de Aldaba? dijo el cocinero, que ante todo quería conservar delante de aquel extraño su autoridad doméstica. Como tienes tan buen corazón, y el pobre vino llorando... Bien, bien dijo Montiño ; todo está muy bien: haces lo que quieres, porque yo te quiero. ¿Dónde están esos? En el cuarto de adentro. Pasó Montiño y el inflexible alguacil tras él.

¿Y cómo puede ser eso? ¡pecador de ! dijo lleno de angustia Montiño. En vos consiste. ¡En ! , señor Francisco; en vos y sólo en vos, porque sólo por vos estamos presos. ¿Por ? por cierto; ¿no decís que la reina no ha comido de la perdiz? Si hubiera comido... hubiera muerto como el paje. , , tenéis razón... hubiera muerto dijo Cosme Aldaba.

Hacia la derecha, otra aldaba más alta servía para llamar desde el caballo sin apearse. En el zaguán, frente a una Virgen de bulto, con el Hijo muerto en las faldas, ardía continuamente un farolillo. El patio era un espacioso rectángulo, encuadrado por claustrales galerías, sin más ornamento que los grandes escudos nobiliarios labrados en los chapiteles.

¡Rezad á Dios por el alma de un difunto! exclamó con voz concentrada el bufón ¡rogad á Dios! cocinero de su majestad. ¡Cosme Aldaba! exclamó Montiño, y cayó de rodillas y con las manos juntas á los pies del bufón. «Un clavo saca otro clavo», se dice vulgarmente. Un nuevo terror disipó el anterior terror de Montiño.

Casaré á mi hija con ese Cristóbal Cuero, y allá se arreglen; haré lo posible para que el duque de Lerma un empleo al galopín Cosme Aldaba, y cuando todo esté hecho, me iré con Luisa y con lo que haya nacido á Asturias, compraré una tierra y viviré en paz. El cocinero empezó á poner en sacos su dinero, y á colocar aquellos sacos en una arca.

Así fueran todos como vos, padre, porque desde hace tres días todos me están haciendo daño. Tranquilizáos, que yo os protegeré contra todos. ¿Y mi mujer y mi hija? ¿Y el galopín Cosme Aldaba? ¿Y don Juan de Guzmán? dijo el cocinero recayendo en su pensamiento fijo. Ya hablaremos de eso. Sentáos aquí, junto al fuego, que hace frío, y si tenéis apetito pediré de almorzar.

Cuando estés libre, sube á las cocinas; pregunta por el galopín Aldaba, y dile de mi parte que te lleve á casa de la señora María, la mujer del escudero Melchor... no te olvides. No me olvidaré. Allí tienes preparado y pagado el hospedaje. Es lo último que tengo que decirte. Conque vamos, hijo, vamos.

¡Cómo! ¿pues qué ha sucedido? dijo Luisa, á quien se la puso un nudo en la garganta. El paje Gonzalo ha muerto de repente. ¿Y qué tenemos que ver con la muerte de Gonzalo? ¡Cómo! ¡infames! ¿qué tenéis que ver? ¿Sabéis por qué ha muerto el paje? Por lo que se muere todo el que entierran dijo Cosme Aldaba , porque se le ha acabado la mecha.

En vista de lo cual, sumariamente averiguado, y teniendo de ello conocimiento el rey, mandó su majestad que esta sumaria pasase á un alcalde, el cual alcalde mandó que fuesen presos donde fuesen habidos los expresados don Juan de Guzmán, Luisa Robles, Inés Martínez, Cosme Aldaba y Cristóbal Cuero, por delito de robo y otros, cometidos contra la hacienda y en la honra y en otros extremos y particulares del cocinero mayor de su majestad.

En este tiempo tenía yo echada la aldaba a la puerta y puesto el hombro en ella por más defensa. Pasó la gente con su muerto, y yo todavía me recelaba que nos le habían de meter en casa.

Palabra del Dia

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