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Actualizado: 10 de septiembre de 2025
Confuso Candido al oir estas razones, le respondió: Reverendo padre, no importan un bledo todos los quarteles de este mundo; yo he sacado á la hermana de vuestra reverencia de poder de un Judío y un inquisidor; ella me está agradecida, y quiere ser mi muger: maese Panglós me ha dicho que todos éramos iguales, y Cunegunda ha de ser mia.
Así, pues, díjele que podía disponer libremente de su mano, le dí cuenta de los planes que iba a exponer a mis hijos, y le anuncié que vendría con nosotros, al oír lo cual movió la cabeza y me respondió que quedaba muy agradecida a mi buena intención, pero que no podía aceptar mi oferta. Protesté yo, y entonces ella repuso: » Oiga usted, tío.
Es verdad que tenía una excusa, que es la de todas las madres en casos análogos: sentíase un poco enamorada de su futuro yerno, y sumamente agradecida por la distinción que había hecho con su hija; parecíale en extremo inteligente y espiritual, puesto que había sabido apreciar su inteligencia; y juzgábale honrado y delicado por haber preferido su belleza y sus cualidades, a otras ventajas más positivas.
La presencia de espíritu de la chacha Ramoncica nos salvó de un escándalo y tal vez de un drama sangriento. ¿Qué hubiera sido de mi pobre D. Gregorio, tan grueso como está y saliendo al campo en desafío? Sólo de pensarlo se me erizan los cabellos. La chacha, por fortuna, se llevó a D. Pepito al cuarto de Isabel. Así nos salvó. Yo le he quedado muy agradecida.
La joven le miró largo rato y sintió el corazón emocionado. No sé qué proceso se desarrolló en el fondo de su pensamiento, pero, después de un esfuerzo invisible, le dijo a media voz: ¡Hijo mío! La viuda la abrazó agradecida. Marqués, ahí tienes a tu mamaíta. ¡Mamá! repitió el niño sonriendo. ¿Quieres que sea tu mamá? preguntó Germana. Sí respondió. Pobre pequeño, no será por mucho tiempo, ¡no!
Hace mucho tiempo que me preguntaba qué es lo que podría hacer para agradecer a una joven tan amable y encantadora como vos, su bondad y fidelidad para con una amiga anciana... Es una cosa tan rara... Estoy tan agradecida, ¡tan agradecida! Al fin he hallado algo que pueda agradaros, y soy feliz, podéis creerlo.
Al cabo de algunos minutos de esta fúnebre marcha: ¡Y bien! señor me dijo la vieja señorita: hable, pues, lo espero: ha dicho usted que mi familia ha sido aliada á la suya, y como un punto de alianza de esa especie es enteramente nuevo para mí, le quedaría sumamente agradecida, si me lo aclarase. Yo había decidido por mi parte, que debía guardar á todo precio el secreto de mi incógnito.
Entonces se despertó en Paz algo de coquetería, no le parecieron mal aquellas miradas, y agradecida al culto que empezaba a recibir, permaneció en el sitio donde estaba. En días sucesivos entró varias veces al cuarto de los libros sin necesidad, sólo por saborear aquel placer desconocido de aceptar un tributo que halagaba su vanidad de niña bonita.
»Ahora, hasta papá me llama «Vuestra Gracia», y cuando hablan de mí entre ellos dicen siempre: «Su Gracia la Marquesita.» ¡Mi Gracia está muy agradecida a tanta gracia!... »El Conde lo he sabido hoy, es más joven que papá: tiene cuarenta y cuatro años. No sé si esto me agrada o me desagrada...» Una página blanca interrumpía el diario en este punto.
Quiso afirmar su humildad avanzando hacia él los labios con un beso tímido, de sierva agradecida. ¡Ah, no!... ¡no! Ulises, para huir de esta caricia, se puso de pie con violencia. Sintió otra vez odio contra la mujer que recobraba poco á poco sus sentidos. Al cesar el chorreo de la sangre se había extinguido su compasión. Ella, adivinando sus pensamientos, sintió la necesidad de hablar.
Palabra del Dia
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