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Actualizado: 10 de junio de 2025


El joven Don Juan renuncia, por amor á Elena, á la posesión de una rica prebenda, que debe á su padre, por cuyo motivo es abandonado por aquél. Agradecida Elena al sacrificio que hace por ella su amante, toma la extraña resolución de venderse por esclava del padre de Don Juan para aplacar su cólera y reconciliarlo con su hijo.

La joven le miró fijamente, agradecida y admirada de tan sincero cariño, y repuso con jovialidad: Por lo pronto, para complacerme, vendrás a misa conmigo, ¿no es verdad? , querida mía. ¿Vendrás mañana también y todos los demás días? , hermosa; no deseo otra cosa. ¡No sabes lo que me alegro, Ricardo! ¿De veras?

Allí estaba su ángel bueno, la que él llamaba por antonomasia «la señora». Acordábase, conmovido, de las palabras de la buena anciana cuando le prometía buscarle una esposa que le hiciese feliz. Señora, la compañera estaba allí: venía a saludarla, agradecida por lo que había hecho con él.

«Luego le mandaré a usted una perdiz y dos entrecotes dijo a Rosalía azotándola con su abanico . No, no me lo agradezca... Si yo no lo he de probar. A me sobra carne... Ayer he repartido entre los vecinos un solomillo magnífico que mandé traer de la plaza del Carmen, esperando tener convidados... ¡Si viera usted aquella pobre gente qué agradecida...! Mi casa es la Beneficencia.

Lisonjeada y agradecida por aquel culto bondadoso, retribuíale la señora de Hermany su afecto con menos entusiasmo, pero con más sinceridad. Muy espiritual, instruida, algo artista, era muy capaz de apreciar los méritos de su amiga, y de competir con ella. Pronto estuvo al cabo de todos sus secretos, y Juana creyó conocer los suyos. Sus existencias estaban ligadas íntimamente.

La chica trajo un vaso con cucharilla, y Fortunata tomó la antiespasmódica. «¡Qué bueno es usted, Segismundo! ¡Qué agradecida estoy a lo que hace por !». Todo y mucho más se lo merece usted, carambita replicó el farmacéutico con efusión de cariño . Hemos de ser muy amigos.

Estaba muy agradecida á Pimentó y á todos los de allá porque habían impedido que otros entrasen á trabajar lo que de derecho pertenecía á su familia. Y si alguien quería apoderarse de aquello, bien sabido era el remedio.... ¡Pum! Un escopetazo de los que deshacen la cabeza. La moza se enardecía; brillaban en sus ojos chispas de ferocidad.

Le agradaba mi cháchara, cualquiera que fuera su tono, como se escucha con gusto el gorjeo de un pájaro cantor, y yo no pedía más. ¡Le estaba tan agradecida porque me había asociado a su grande y sincera pasión, a , a la chicuela a quien todavía hacían salir de la habitación cuando la gente grande quería hablar de cosas serias!

A su tiempo volverá todo. Menos el visitar a doña Petronila. No me pregunte usted por qué, pero estoy resuelta a no volver a casa de esa señora. Y... nada más. No puedo ser más larga. Acabo de cenar. Su más fiel amiga y penitente agradecida. Ana Ozores». «P. D. ¿Qué se conoce que tengo buen humor? También es verdad. Me lo da la salud.

Además y aquí enrojecía vivamente , la proporcionaba cierta satisfacción humillar a sus amigas, que rabiaban viendo el gran número de sus pretendientes. Ella estaba agradecida a los atlots que venían a verla de grandes distancias a Can Mallorquí. ¿Pero quererlos? ¿casarse con ellos?... Había acortado su paso al hablar.

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