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Actualizado: 13 de junio de 2025
No me extraña, porque a los veintitrés años hay que dormir mucho más que a los sesenta. Vete a descansar, Amaury; ya quedaré yo velando. »Sus palabras no eran de acritud ni burla; antes al contrario, las dijo con acento de compasión paternal por mi poca fortaleza. Pero al oírle sentí, sin saber por qué, una sorda irritación semejante a un sentimiento de celos o de envidia.
Era ilustrada sin afectación, religiosa sin fanatismo, honesta sin hipocresía y franca sin descaro. La única condición que pudiera deslucir algo estas cualidades consistía en cierta dureza y sequedad de genio y acritud en las frases, cuando en la conversación salían a plaza determinadas flaquezas humanas: la mentira y el engaño, el disimulo y la astucia le eran aborrecibles.
Sus momentos de cólera eran teatrales y no duraban sino el tiempo de producir efecto. Se pasó la mano por la frente, sonrió y dijo: Por lo demás, señores, no se llama Jenny Hawkins, sino Juana Baud. He conocido mucho á su madre... La señora de Campistrón se enfadó y repuso con una acritud que impresionó á su altisonante esposo: ¡Mira!
Observó Miguel que la intendenta ejercía una soberanía absoluta, casi despótica, sobre esta diminuta tertulia; ordenaba en tono perentorio cualquier servicio, contestaba con acritud a las observaciones que la hacían, y en general se mostraba bastante indiferente a las atenciones y acatamientos que a cada instante la prodigaban aquellos señores, incluso el tío Manolo.
Otros, los más, la censuraban con acritud. Un sacerdote no puede obrar como los demás en tal caso. Es un ministro de Jesucristo y debe proceder siempre con caridad aunque sea en legítima defensa. El P. Gil estaba profundamente indignado, aunque guardaba silencio. Un sacerdote, antes que ensangrentar sus manos, no sólo debía dejarse robar, sino matar.
Es de advertir que durante el diálogo anterior don Guillén no había puesto en sus réplicas acritud, ni fuego polémico, ni aire de desdén. Con esto, nuestra simpatía hacia él se robusteció. Al salir del comedor, don Celedonio murmuró a mi oído: Es un tío juncal. Así me gustan a mí los presbíteros.
¿Qué deseas que yo te ordene? replicó ella con una acritud mal disimulada por su sonrisa. Comer con vosotros esta tarde, si me lo permitís. Pues bien, ve á ponerte un frac y vuelve á las siete. Muchas gracias. Voy á Montretout. Durante mi ausencia tendréis el tiempo necesario de preparar á nuestros parientes y amigos para mi aparición.
No sólo parecía recobrado de su debilidad, sino que estaba inquieto, ágil y como si acabara de tomar un excitante muy enérgico. En cuanto entró su mujer, se fue derecho a ella, abotonándose el cuello de la camisa, y en tono de acritud le dijo: «Oye... estaba deseando que vinieras para decirte que esas visitas del señor de Feijoo me cargan.
Perseguidos por las injurias que les dirigía el dueño del perro gris, volvieron á entrar en el castillo. ¡No has estado heroico, Bobart, dijo la señorita Guichard con acritud. Nos has dejado insultar, á mi sobrina y á mi, por ese miserable, sin contestar siquiera.
Es mi esposo; por consiguiente, todo amor entre nosotros está excluido añadió. Ha sido usted siempre mi amigo, señor Greenwood, pero ahora que me ha obligado a confesarle la realidad, nuestra amistad ha terminado. ¿Y su esposo está aquí con usted? Ha estado respondió, pero se ha ido. Supongo que abandonó usted Londres secretamente para reunirse a él, ¿no es así? observé con amargura y acritud.
Palabra del Dia
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