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Actualizado: 13 de mayo de 2025


El padre de Magdalena, antes de responder, se quitó con calma los guantes, dejó el sombrero sobre una butaca, y sólo entonces rompió el glacial silencio que tuvo un rato en tortura a nuestros dos jóvenes, para decir con acritud: ¡Ya estás aquí otra vez, Amaury! ¡A fe mía que vas a hacer un gran diplomático si sigues estudiando la política en los tocadores y las necesidades y los intereses de tu país viendo bordar a las niñas!

Capus, que conoce exactamente la historia de sus personajes, les acompaña en sus combates, celebrando sin entusiasmo sus virtudes, que él sabe son cualidades mudables, emigradoras y del momento; censurando por idéntica razón sin acritud sus extravíos y punibles tolerancias.

Es cierto; pero no es rico. Antoñita lo es por los dos. Además prosiguió Amaury, no sin cierta acritud, parece que su padre no desempeñó un papel muy honroso en la Revolución. Su abuelo, querrás decir en todo caso; y además, aunque esas hablillas tuviesen fundamento, hoy no se hace ya a los hijos responsables de las faltas de los padres.

Quilito ensayaba el frac delante del espejo. ¡Cuán equivocada estaba! era excelente... y luego tan cariñoso con sus hermanas, y Susana y Angelita se lo merecían todo, francamente. ¿No le parecía que los faldones no caían bien? Lo que no cae bien replicó con acritud misia Casilda, es tanto elogio de osa gente en tu boca.

Solamente, en lugar de seguir a pie con Jenny y unos cuantos intrépidos, declaró que prefería el coche, con gran contrariedad del diplomático. No tengo verdaderamente suerte con usted, miss Darling dijo con involuntaria acritud. ¡Yo que esperaba hacerle a usted tirar la primera pieza! No lo sienta usted, porque no la acertaría. Pero, en fin, ¿es que le desagrada a usted mi compañía?

¡Y quién sabe si también cañonazos! dijo con acritud Marenval. ¡No lo quiera Dios! respondió Harvey. Seríamos unos hijos ingratos y despreciables, pues todo se lo debemos á las naciones de Europa, que nos han creado, y especialmente á Francia, que nos ha dado la libertad. ¡Es una noble respuesta! dijo Tragomer. En América estimamos á los franceses.

Muchas veces renovó a Juan Pablo sus pagarés, y últimamente le había apremiado con cierta acritud. Rubín condensaba sus sentimientos respecto al prestamista en esta frase: «Pagarle y después romperle la cabeza». Desde que le veía en las mesas de enfrente, sentía una desazón profundísima, mal de estómago y como ganas de enfadarse.

Mendoza se puso colorado y comenzó a balbucir: ¡Yo no he sido!... ¡Demasiado yo!... El conde se ha empeñado... Decía que era necesaria una persona... No nos atrevimos a ponerte a ti por si no querías... De todos modos ya sabes... Bueno, bueno; ya lo todo repuso Miguel con acritud. Pero estas cosas, querido Perico, se dicen por si no convienen. Así quedó el asunto.

Liette se puso la mano en la frente cargada de pensamientos. ¿Le ha preguntado a usted sobre Carlos? , indirectamente y con cierta acritud, no se lo disimulo a usted. Y usted, ¿qué le respondió? Nada o poco más; y se marchó muy contrariado. Aquí tiene usted una complicación imprevista, amigo mío. Siento que Carlos esté aquí. Pero no importa; si se trata de su dicha, yo sabré defenderle.

A una concentracion estremada que puede elevarse hasta la postracion de la vida y destruir al indivíduo, sucede despues una reaccion desordenada. Cualesquiera que sean el calor, la sequedad y su acritud, el calosfrío se reproduce por la impresion del aire esterior, por la ingestion del agua fria deseada con vehemencia, y aun por la sola sustraccion del calor aplicado.

Palabra del Dia

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