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Actualizado: 13 de junio de 2025
O ella o yo». Y cuando la pájara repitió que se marchaba, doña Lupe no pudo menos de decirle con acritud: «¿Pero qué haces que no has echado ya a correr?... Francamente, me pasma que tengas pachorra para estar aquí todavía. Otra de más frescura no habrá». Llevándola a su gabinete le habló de la entrega de las cantidades que en su poder tenía.
Hay momentos de calma y de tempestad, de dulzura y de acritud, de suavidad y de dureza, de valor y de cobardia, de fortaleza y de abatimiento, de entusiasmo y de desprecio, de alegría y de tristeza, de orgullo y de anonadamiento, de esperanza y de desesperacion, de paciencia y de ira, de postracion y de actividad, de expansion y de estrechez, de generosidad y de codicia, de perdon y de venganza, de indulgencia y de severidad, de placer y de malestar, de saboreo y de tedio, de gravedad y de lijereza, de elevacion y de frivolidad, de seriedad y de chiste, de.... pero adónde vamos á parar, enumerando la variedad de disposiciones que experimenta nuestra alma?
En aquella hondura, no obstante la proximidad de la mar, la tierra produce sin necesidad de riego abundantes y bien sazonadas legumbres; porque el agua del mar, filtrándose por espesas capas de arenas, se despoja de su acritud y llega a las plantas adaptable para su alimentación.
Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo, procurando no dar acritud a sus palabras: Pero, ¿tú sabes la impaciencia con que estarán en casa?
De donde resultó que, no tratando con más bellezas que las que podía hacer marchar a tambor batiente, adquirió tal acritud de temple, que se le quedó el nombre del general Agraz. ¿Cómo te atreves?... exclamó la tía. Tía contestó Rafael , yo no me atrevo a nada; lo que hago es repetir lo que otros han dicho.
La compostura no agradó á la irritada zagala, que iba á responder con acritud; pero en aquel momento dos mozos gallardos se aparecieron de improviso, dando cortésmente las buenas noches. Jacinto de Fresnedo estaba delante de ella y Nolo de la Braña frente á Demetria.
No sé qué ardor para ir más y más aprisa se ha apoderado de nuestro temperamento, del humor, de la acritud de nuestra sangre. Comparados al actual, todos los siglos fueron perezosos, estériles. Nuestros resultados son inmensos. De nuestro cerebro se derrama infinito raudal de ciencias, artes, inventos, ideas, producciones con que inundamos el globo, el presente, y hasta el porvenir.
Como lo había previsto Núñez, levantó polvareda y produjo indignación. Aun los mismos enemigos de Rojas censuraron con acritud la conducta de Tristán. Al cabo se trataba de un anciano cubierto de laureles. Nadie menos que él, su protegido y discípulo, tenía derecho a escribir semejantes artículos.
Narcisa, en cambio, le ponía una cara feroz y le zahería con irónicas frases, que alcanzaban con su acritud a la niña de Luzmela. Pasaba Salvador grandes fatigas en aquellas ocasiones; pero las soportaba con resignación y hasta con alegría, compensado por el incomparable placer de hablar a Carmen y de mirarla.
D.ª Carolina no hizo caso alguno de estas observaciones. Antes tomó pie de ellas para vejar al fisiólogo, maldiciendo de sus aficiones y recordándole con pesadísimas palabras las quemaduras de su hija. Insistió a los pocos días con idéntica suavidad. Nada. La esposa respondió aún con más acritud y desprecio.
Palabra del Dia
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