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Actualizado: 30 de abril de 2025
Los jóvenes salidos de Deusto hablaban con fruición de ella y de los millones del padre. «¡Qué magnífico bocado!» Y cada uno acariciaba la posibilidad de que le tocase la lotería del matrimonio, en un país donde casi nadie se casa por amor y las uniones entre ricos son negocios vulgares convenidos por las familias con la ayuda y buen consejo de algún padre jesuíta.
La tenía oculta, pero seguía con inquietud las idas y venidas de algunos de estos hombres enfurecidos por el alcohol. De todos, el más temible era aquel jefe que acariciaba paternalmente á Georgette. El miedo por la seguridad de su hija le hizo marcharse después de lanzar nuevos lamentos. Dios no se acuerda del mundo... ¡Ay, qué será de nosotros! Ahora permaneció desvelado don Marcelo.
Ella también esperaba a su esposo en otro tiempo, le acariciaba con la mirada al llegar, tomaba de sus manos el capote de agua, la caja de los aparejos y el cesto de las provisiones y los llevaba con alegría a casa. Mariano llegaba poco después y se sentaba al amor de la lumbre, haciendo bailar entre sus manazas al tierno niño que contaba pocos meses.
Al poco rato «su espíritu se fue identificando con la guitarra». La guitarra, para Bonis, era a los instrumentos de música lo que el gato a los animales domésticos.... El gato era el amigo más discreto, más dulce, más perezosamente mimoso.... la guitarra le acariciaba el alma con la suavidad de la piel de gato, que se deja rascar el lomo.
Era el Duque, en efecto; y con él un robusto gañán a quien yo conocía y que más tarde aprendió a conocerme a mí más de lo que hubiera querido; era Máximo Holf, hermano de Juan el guardabosque y criado de Su Alteza. Se hallaban frente a nosotros; el Duque detuvo su caballo y vi que el dedo de Sarto acariciaba el gatillo de su arma.
Pero, ya que has hecho la pregunta, tendrás una respuesta. He venido porque ya no podía vivir sin ella, porque quería beber en sus ojos el consuelo y la fuerza necesarios para las tristezas venideras, y porque... porque, en el fondo, acariciaba siempre la secreta esperanza de que las cosas aquí pudieran tomar otro giro, que todo pudiera arreglarse para que yo me la llevara conmigo.
Algún obrero viejo marchaba solo al lado de un hospiciano. ¡Pobrecito! No tenía madre; estaba, en su desgracia, peor que los otros. Su mano callosa, cubierta de escamas del trabajo, acariciaba las mejillas infantiles, mientras la cara barbuda miraba a lo alto, pensando en que los hombres no deben llorar. Toma un perro gordo: lo guardaba para «un quince»... Que te apliques... que seas bueno.
No puedo remediarlo, contestaba Clotilde, estoy hablando y pienso al mismo tiempo en que eres tú el autor y me imagino que no va a gustar el drama y me asusto. Inocencio se desesperaba; dirigíale ruegos, advertencias, argumentos, la acariciaba, sin tener en cuenta que le veían: trataba de infundirle valor, excitando su amor propio de artista; en fin, hacía todo lo imaginable para salvar su obra.
Carmen, sin atender a Narcisa, estaba sintiendo todavía cómo la acariciaba dulcemente la sonrisa serena del marino. En pocas horas cambió Fernando el semblante sombrío de la casa. Cantó, abrió los balcones con estrépito, y una brisa otoñal, odorante y pura, refrescó las habitaciones lóbregas, cerradas por el desuso mucho tiempo.
Se la felicitaba, se la acariciaba, se la besaba, se le decían mil ternezas. Había sinceridad en unas, había falsedad en otras, que en el mundo el bien y el mal no se encuentran jamás solos. Aquella juventud se entregaba a la alegría y retozaba acordándose de los tiempos en que hacían lo mismo en el jardín de las Ursulinas. No te darás tono de señora casada con nosotras, ¿verdad, Araceli?
Palabra del Dia
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