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Cruzan apresuradamente la sala de baile, trémulos de alegría y embriagándose uno al otro, y desaparecen en un rinconcito obscuro que han elegido cerca del tablado de los músicos para substraerse a las miradas indiscretas de las otras parejas, porque todas quieren conocer a la bella molinera.

Con sólo la natural vivacidad de la pasión, con una de aquellas ardientes palabras que el amor inventa y a ustedes los poetas no les cuesta mucho emplear, debía bastar para arrancarla de la ilusión que la seducía, para demostrarle que era inevitable la transformación de la amistad que la ligaba con usted, y a darle, con la previsión del mal, la idea de substraerse finalmente a una vida demasiado afligida por el dolor.

Respiraba con verdadera delicia el penetrante perfume que despedían los cerezos en flor y poco a poco su mal humor y su melancolía de la noche antes se fueron disipando... Por la mañana, en la hora del desayuno pudo comprobar que la señora Miguelina procuraba prudentemente substraerse a sus miradas cada vez que entraba en la cocina.

Su deber estaba allí, no podía substraerse a esta ineludible tarea. Para olvidar la penosa hora presente, haciendo abstracción de la situación en que se encontraba, se absorbió en el doloroso problema de los acontecimientos que iban a surgir y que era necesario evitar a toda costa.

Jacobo hablaba perfectamente el inglés; y ella gozaba de conversar en un idioma que el señor de Maurescamp no tenía la ventaja de poseer. Jacobo hacía todo lo posible por substraerse a las amabilidades demasiado expresivas de su vecina y trataba de hablar en francés; pero ella no quería y volvía resueltamente a hablar en inglés, vaciando a su salud copas llenas de «pale ale», mezclada con Oporto.

Asustada del impulso irresistible que sentía crecer en ella, y queriendo substraerse a la tentación de mostrar a Juan la emoción que la embargaba, se levantó y salió del cuarto sin pronunciar una palabra. Juan la vio alejarse y creyó haber perdido para siempre todo lo que le quedaba de ella: su confianza y su amistad.

Era imposible substraerse a aquel monótono ruido que nos despertaba con sólo el ritmo de su péndulo, y muchas veces Domingo y yo nos sorprendíamos recíprocamente escuchando en silencio el severo murmullo que segundo a segundo nos conducía de un día al otro.

Al fin no pudo substraerse a la continua preocupación que le producía aquel intercambio de manifestaciones cada vez más llenas de halago y de dulzura, aquella penumbra sentimental que le envolvía, le acariciaba y le acompañaba a todas partes, despertando en su ser un verdadero deseo de adoración para aquella muchacha extraordinariamente linda, cuyo amor en ciertos momentos le parecía un raro sueño.

No solamente no trataba de disculparse, sino que insistía con encarnizado empeño en confesar su error, se acusaba acerbamente, aumentaba el peso de su propia responsabilidad para tratar de substraerse a un pensamiento muchísimo más mortificante. Era en vano. Quería pensar en que su amor había muerto a esa mujer, para no creer que ella no había sido merecedora de su amor.

El dolor es la misma ley de la vida, solía decir, y lejos de huir de él, lo que se necesitaba era hacer consistir el deber y el gozo en soportarlo con serenidad. Lo que había querido era substraerse al mal. Lo había afrontado para destruirlo; había descendido hasta allí por cumplir una obra de redención. La fuerza del amor le había parecido suficientemente grande para triunfar de manera inerrable.