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El huerto, en cambio, permanecía en su tranquilo y poético sosiego primaveral, con una brisa fresquita que columpiaba las últimas flores de los perales y cerezos, y acariciaba el recio follaje de las higueras, a cuya sombra, en un ribazo de mullida grama, se tendieron ambos presbíteros, no sin que don Eugenio, sacando un pañuelo de algodón a cuadros, se tapase con él la cabeza, para resguardarla de las importunidades de alguna mosca precoz.

Dentro de un cercado de cañas están los lirios y los cerezos del Japón, en sus tibores de porcelana blanca y azul. Al pie de un palmar, con las paredes de cuanto tronco hay, está el pabellón de Aguas y Bosques, donde se ve cómo se ha de cuidar a los árboles, que dan hermosura y felicidad a la tierra.

En las profundidades de la espesura, sobre el límite del jardín, en los cerezos blancos, en las alheñas en flor, en los tilos cargados de aromosos ramos, toda la noche durante aquellas largas noches en que yo dormía poco, cuando brillaba la luna o a veces caía la lluvia, lenta, caliente, silenciosa, como lágrimas de gozo, para mi delicia y mi tormento gorjeaban o no los ruiseñores.

Allí tuvo ocasión una vez más D. Félix de admirar la habilidad y profundos conocimientos de su primo en materia de horticultura. ¡Qué orden! ¡qué cuadros de coles rozagantes y frescos! ¡qué esparraguera deleitosa! ¡qué primor de albaricoqueros y cerezos colocados en espalera!

Tenemos manzanas, perales, cerezos, albaricoqueros, castaños, nogales y almendros, y eso en casi todas las casas: algunos vecinos han plantado pequeños viñedos, y yo estoy ensayando ahora una plantación de moreras y de madroños, para saber si podrá establecerse el cultivo de los gusanos de seda.

Eran las cinco de la mañana cuando partíamos de Lungern al dia siguiente, en un ligero cochecito, orillando sucesivamente los valles de Lungern, Sachseln y Sarnen. La excursion al traves del pueblo de Sachseln es realmente encantadora. Los grupos de manzanos, perales y ciruelos alternan con los de cerezos, nogales y otros árboles en la mas graciosa confusion.

Los mirlos que dormían en las higueras y cerezos de la huerta del tío Goro estallaron en un trino formidable al despuntar la aurora. Demetria abrió los ojos y una sonrisa divina se esparció por su rostro. Se puso velozmente de rodillas sobre la cama y juntando las manos dijo su oración matinal. Ciñó luego con prisa las enaguas, se echó un pañolito sobre el pecho y abrió el corredor emparrado.

Ese camino baja hacia el río... Y allá, en el fondo, aparece el molino, el objeto de sus sueños. ¡Cómo brilla el viejo techo de paja por arriba de los grupos de árboles! ¡cómo hacen resaltar los cerezos en flor su blancura de nieve en el jardín! ¡Cuán alegremente le grita el tictac de las ruedas! «¡Bien venido seas, bien venido seas!» ¡Qué dulce canción murmura la vieja y querida presa, cubierta de musgos verdes!

El mundo de las ciencias se halla lleno de fenómenos visibles producidos por causas desconocidas. ¿Por qué la señora de L..., a quien conocéis como yo, tiene en el hombro izquierdo una cereza perfectamente pintada? ¿Es, acaso, como dicen, porque, hallándose encinta su madre, sintió ésta grandes deseos, que no pudo satisfacer, de comerse una cesta de cerezas expuestas en el escaparate de Chevet? ¿Qué artista invisible ha dibujado esta fruta sobre el cuerpo de un feto de seis semanas, del tamaño de un langostino mediano? ¿Cómo explicar esta acción especial de lo moral sobre lo físico? ¿Y por qué la cereza de la señora de L... adquiere cierta tumefacción y sensibilidad en el mes de abril de cada año, cuando están flor los cerezos?

Por último, al derredor y bajo el paso mismo del viajero, se desarrolla una vasta complicacion de faldas muy accidentadas que ofrecen tres órdenes superpuestos de vegetacion y de paisajes: arriba, en las crestas de los cerros, espesos bosques vírgenes de abetos y pinos, cuya tinta oscura tiene una severidad casi solemne; en el centro descienden, en cien planos inclinados, estrechas hondonadas, vallecitos risueños y lucientes planicies entrecortadas, bosques de avellanos silvestres, hayas y otros árboles de las alturas inferiores, é innumerables huertos y plantaciones de nogales, castaños, cerezos, perales y otros muchos árboles frutales, cultivados entre sementeras de heno, lino, papas y legumbres variadas, árboles que, ora sombrean el camino alineados en calles interminables de tupidas bóvedas, ora se muestran dispersos en mil grupos irregulares, dando á la campiña la mas pintoresca variedad en las formas y las tintas de la vegetacion.