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Lo que le tiene nervioso es cierto suboficial americano, joven y membrudo, que siente la manía de pasear en torno de su vivienda, y ciertos ojos claros que le siguen hambrientos desde una ventana, cierta boca carnuda que le sonríe, ciertas manos que él cree haber sorprendido de lejos arrojando una flor, y cuya propietaria le grita furiosa todos los días para convencerle de que ha visto visiones.

El suboficial que mandaba la escolta habló en alemán con el comandante, y mientras tanto la mujer se dirigió á Desnoyers. Mostraba una repentina serenidad al reconocer al dueño del castillo, como si éste pudiese salvarla. Aquel mocetón era hijo suyo. Estaban refugiados desde el día anterior en la cueva de su casa incendiada.

Ha insultado usted á un jefe dijo el suboficial rudamente , y es indudable que lo fusilarán al amanecer... Su única salvación consiste en que siga la fiesta y le olviden. Como la puerta estaba rota, lo mismo que todas las del castillo, hizo colocar ante ella un montón de muebles y cajones. Don Marcelo pasó el resto de la noche atormentado por el frío.

Resurgió la mano teniendo un papel entre los dedos é intentó llevarlo á la boca. Pero el golpe del negro suspendido en el aire cayó sobre su brazo, haciéndolo colgar inerte. El espía se mordió los labios para contener un rugido de dolor. El papel había rodado por el suelo y varias manos lo recogieron á la vez. Un suboficial lo desarrugó antes de examinarlo.

¡Ay! La tierra ignora nuestros dolores. El príncipe sale de su abstracción, y ve al coronel que le saluda de lejos. Ya está de vuelta, acompañado de madame Toledo, cuya cabeza apenas le llega al hombro. Durante el camino ella ha mirado atrás muchas veces, con la esperanza de verse seguida por el suboficial americano.

Otro suboficial explicó rápidamente á las gentes inmediatas la importancia del descubrimiento. « que era un espíaEsta afirmación despertó el regocijo de una buena presa y el deseo impulsivo de venganza que enloquece en ciertos momentos á las muchedumbres.

Algunas extremaban sus declaraciones, atribuyendo al muchacho diez y seis años... quince. Y á este coro de femeniles vociferaciones se unían los gemidos de los pequeños, que contemplaban á su hermano con los ojos agrandados por el terror. El comandante examinó al prisionero mientras escuchaba al suboficial.

Había que vivir en intimidad con ellos para apreciarlos tales como eran. Cuando cesó la música estaba en el puente del castillo. Un suboficial contemplaba las evoluciones de los cisnes en las aguas del foso. Era un joven doctor en Derecho que desempeñaba la función de secretario cerca de Su Excelencia; un hombre de Universidad movilizado por la guerra.

Mi querido señor dijo intentando recobrar su ironía mortificante : le aconsejé que no interviniese en nuestras cosas, y no me ha hecho caso. Sufra las consecuencias de su falta de discreción. Dió una orden, y el viejo se sintió impelido escalera abajo hasta las cuevas. Los que le conducían eran soldados al mando de un suboficial. Reconoció al socialista.

Pero siguieron sonando, y su estrépito belicoso entró por sus oídos con la misma impresión reconfortante y cálida que si un vino de generosa embriaguez se deslizase por su boca. Un pelotón de cabos y soldados doce fusiles se había destacado de la doble masa militar. Lo mandaba un suboficial de bigote rubio, pequeño, delicado, con el sable desnudo.