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En Zurich había comenzado a estudiar medicina, viviendo de su trabajo, de traducciones de obras científicas hechas por cuenta de editores alemanes y franceses. Estaba en relaciones con todos los refugiados políticos, pero no había tomado parte activa en las conspiraciones: por el contrario, de palabra y por escrito desaprobaba los continuos e inútiles sacrificios de vidas.

Vino D. Alonso á los ecos del tumulto, y viendo que los refugiados no querian abrir las puertas de la iglesia, solicitó que la turba popular las quebrantase. Rehusaron los tumultuados cometer semejante sacrilegio, pero D. Alonso mandó llamar á setenta de sus esclavos que las hicieron pedazos, sacando á Merlo, á quien envió el magnate á su castillo de Aguilar.

En el drama que se desarrolla en este libro intervienen pasiones intensas y opuestas. Su ambiente es una ciudad de Suiza; el drama se desarrolla entre refugiados nihilistas, y es la lucha ardiente del deber impuesto por la fe política contra una pasión violenta y arrebatadora.

La fama había precedido en Río a Pedro Lobo, refiriendo sus extraordinarias hazañas contra los indios del extremo Sur de la Pampa, más allá de Carmen de Patagones, y contra los unitarios refugiados en Montevideo, dando cuenta, con mil novelescos pormenores, de sus correrías por las más apartadas regiones de la misma Pampa, de los Andes, y de la Patagonia, y ensalzando sus raras prendas de carácter, su brío indómito y su agilidad y destreza en todos los ejercicios del cuerpo.

Si se ha de juzgar con alguna exactitud la clase de enemigos con que allí nos tocó combatir desde los primitivos tiempos de nuestra dominación en el Archipiélago, y cuyos restos, refugiados hoy en el centro de Mindanao, se aprestan á lucha heróica con valor jamás desmentido, es necesario investigar en el terreno de la historia su procedencia, para venir en conocimiento de que la raza dominadora de aquellos ricos territorios, la que dirige y alienta por ideal egoista perfectamente definido, á gran porción de oborígenes el del dominio y defensa de intereses creados con inteligente dirección, es la árabe, cuya autoridad de potencia religiosa y cuyos usos y costumbres ha aceptado.

Y cuando, después de larga emigración, la montaña columbrada á lo lejos no era engañador espejismo, sino verdadera cumbre con nieves y rocas, ¿quién habría podido dudar del viaje hecho por el dios para acompañar á su pueblo? Así es como la montaña, cuya punta acogió á los refugiados del diluvio, no ha cesado de andar por los continentes.

Lo ocurrido á Von Kramer la había hecho recelosa y suspicaz, y cuando necesitaba auxiliares sólo admitía á sus compatriotas que vivían en Barcelona. Una banda feroz y decidida se había agrupado en torno de ella. Eran refugiados procedentes de las repúblicas de América del Sur, parásitos de las ciudades de la costa ó vagabundos de las selvas del interior.

Mientras que los cristianos rezaban el Rosario, estaban los Curucanes llenos de estupor, refugiados en sus Ranchos, sospechando que aquella era alguna trama inventada en daño de ellos. Acabaron los cristianos su santo ejercicio, y viéndose solos, fueron siguiendo los pasos de los fugitivos y cogieron diez, los cuales vinieron de buena gana á hacerse cristianos.

Tal molino estaba aislado por las aguas, y sus habitantes refugiados en el tejado, disparaban las escopetas pidiendo auxilio. Muchos huertos habían desaparecido bajo las aguas.

Don Gil de Albornoz, el famoso cardenal, marcha a Italia, huyendo de don Pedro el Cruel, y, como experto capitán, reconquista todo el territorio de los papas refugiados en Aviñón; don Gutierre III va con don Juan II a batallar con los moros; don Alfonso de Acuña pelea en las revueltas civiles durante el reinado de Enrique IV; y como digno final de esta serie de prelados políticos y conquistadores, ricos y poderosos como verdaderos príncipes, surgen el cardenal Mendoza, que guerrea en la batalla de Toro y en la conquista de Granada, gobernando después el reino, y Jiménez de Cisneros, que, no encontrando en, la Península moros a quienes combatir, pasa el mar y va a Orán, tremolando la cruz, convertida en arma de guerra.