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Los autos de fe, seguidos de quemas de hombres, eran espectáculos fuertes que quitaban interés a unos juegos con simples animales montaraces. La Inquisición resultaba la gran fiesta nacional. Pero llegó un día siguió diciendo Ruiz con fina sonrisa en que la Inquisición comenzó a debilitarse. Todo se gasta en este mundo.

El brasero inquisitorial ardía durante siglos; el cielo azul obscurecíase con nubes de hollín humano; reyes, magnates y populacho habían asistido entre sermones y cánticos á las quemas de hombres con el mismo entusiasmo que provocan hoy las corridas de toros.

Ella será siempre para el tormento y la mala tentación de mi vida, y ... un hombre a quien no veo ni podré ver nunca sin violentísima antipatía. Haz aprecio de mi rara franqueza, ya que no puedas apreciar en otra cosa.... ¿Quieres que te lo diga más claro? Pues lo mismo me quemas la sangre ahora que antes.

Al leer en los diarios noticias de fusilamientos, saqueos, quemas de ciudades, éxodos dolorosos de gentes que veían convertido en pavesas todo lo que alegraba su existencia, sentía otra vez la necesidad de repetir sus puñaladas imaginarias. ¡Ay, si ella tuviese á mano uno de aquellos bandidos! ¿Qué hacían los hombres de bien que no los exterminaban á todos?...

Yo me he de partir hoy, porque me manda Que acuda de Coín a la flaqueza, De los fieros cristianos oprimida, Ejercitados en continuos robos, Celadas, quemas, correrías, talas Y otras malas y ruines vecindades Que suelen siempre hacer los fronterizos, Y más donde Rodrigo de Narváez Está con tal valor, consejo y fuerza, Que es uno de los nueve que publica Del Sur al Norte la española fama.

Dijo esto último con tal intención, que Fortunata, cuya ansiedad crecía sin saber por qué, vio tras el sabes una cosa una confidencia de extraordinaria gravedad. ¿Qué? Que te quemas. ¿Cómo que me quemo? Nada, mujer, que te quemas, que le tienes muy cerca. Te gustan las cosas claras, ¿verdad?, pues allá va. Volvió de Valencia muy bueno y muy enamoradito de ti.

Pero no eran mejores ni peores que los hombres de espada que en los mismos años hacían la guerra en Europa. ¡Es curiosa la injusticia del mundo con los conquistadores de América!... Algunos los describen como monstruos excepcionales de maldad, algo de que no hay ejemplo en la Historia; y un siglo después que ellos realizasen su conquista, se desarrollaban en el corazón de Europa la guerra de los Treinta Años y otras guerras de religión, con degüellos en masa de pacíficos campesinos y quemas de pueblos enteros con todos sus habitantes...

Además, pasaba por su memoria otro de sus ascendientes, aquel a quien mencionaba iracundo Pablo Valls al recordar las quemas de chuetas y el librito del padre Garau.

Para vivir tranquilos, se habían convertido todos en masa en el siglo XV. No quedaba un judío en la isla, pero a la Inquisición le era preciso hacer algo para justificar su existencia, y hubo quemas de sospechosos de judaísmo en el Borne, espectáculos organizados, como decían los cronistas de la época, «con arreglo a las funciones más lucidas celebradas para el triunfo de la Fe en Madrid, Palermo y Lima».

Extinguiéronse los gremios y la clase media; sólo hubo nobles, orgullosos de ser criados de los reyes, y un populacho que pedía pan y espectáculos, como el romano, contentándose con la sopa de los conventos y las quemas herejes organizadas por la Inquisición. Después sobrevenía la ruina.